Ciclismo

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Astarloza cobra su deuda

Mikel Astarloza cruza la meta victorioso y exultante, con ventaja tranquilizadora
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El Tour tenía una deuda pendiente con Mikel Astarloza y con el Euskaltel. Ayer llegó el momento de cobrarla. En una carrera aquejada de parálisis permanente, el vasco y su equipo han sido de los pocos capaces de moverla. Ha aparecido por delante en todas las etapas de montaña, se ha metido en escapadas y ha peleado por la victoria. Pero unas veces por la ansiedad del pelotón y otras por su falta de velocidad, se le habían escapado. Igual que a sus compañeros Egoi Martínez y Amets Txurruka. Voluntad sin premio.Hasta ayer. Astarloza estaba preparado para no confundirse con el grupo en los últimos kilómetros y no esperó para lanzarse al ataque. El grupo de escapados se había ido rompiendo en la subida al Pequeño San Bernardo. Con él, Pellizotti, Vandenbrocke y Mainard. Poco que hacer tenía si llegaban juntos. Por detrás, entre otros, llegaban Casar y Fedrigo. Más enemigos peligrosos. Y Astarloza se lanzó al ataque cuando quedaban algo menos de dos kilómetros para la meta. Solo, sin nadie que comprometiera su victoria. Porque llegar con otro era perder. Nadie se agarró a su rueda. Nadie tiró después para no desaprovechar unas fuerzas que hubieran sido necesarias si llegaban al esprint. Pero no hubo que probar la velocidad de nadie. Astarloza llegó solo, con los brazos en alto, gritando de felicidad. Cruzó la meta. Y siguió gritando. Nadie había podido pararlo en la carretera. Y nadie podría quitarle ya su momento de gloria. Por fin, Astarloza tiene una etapa del Tour. Por detrás, los favoritos tardaron en moverse. No era la etapa marcada para hacer daño a Contador. Eso, hoy, con la subida a la Colombiere, a escasos kilómetros de la llegada. Además, Astana ejercía el control acostumbrado sobre el pelotón. Pero la impaciencia le pudo a Andy Schleck y atacó en las rampas del Pequeño San Bernardo. Contador se fue con él. Frank, el mayor de los Schleck, arropaba a su hermano. Kloden, a Contador. Mucho le debe Astana al alemán, al que le sobran compañeros poderosos para luchar por la general. Frank marcaba el ritmo para su hermano. Hasta que reventó. Armstrong se quedó atrás, con Sastre. Pero los siete Tours del yanqui no son hijos de la casualidad. Algo tiene en las piernas y, sobre todo, en la cabeza, que le hace especial. Atacó al grupito que marchaba con él y se fue solo. Primero recogió el cadáver de Frank. Después, se unió a los mejores. El estilo ha cambiado. Armstrong ya no asciende con el molinillo aquel que le hacía subir los puertos como si corriera en una bicicleta estática. Ahora se levanta y sufre sobre la bicicleta. Como los mortales. Pero sigue guardando algo que le hace diferente.Algo ha cambiado también en el Astana. El yanqui ya no discute el liderato del madrileño. Y Alberto, que nunca perdió el respeto al que fue su ídolo, refuerza cada día su sensación de poder.

«He cumplido un sueño»«Todavía no me lo creo. Esto es la hostia. Para mí, quedar noveno en el Tour de 2007 fue impresionante y lo mejor que había conseguido en mi carrera deportiva; pero hoy –por ayer–, es un sueño y me quiero acordar de todo el mundo y de todos los que se alegran por esta victoria. Cuando he llegado a la última recta y veía que ganaba me he acordado de todos los años en los que he estado soñando con este momento». Así se expresaba Mikel Astarloza (17 de noviembre de 1979, San Sebastián) al término de la etapa. Este buen contrarrelojista, que pasa bien la montaña, logró en Bourg St. Maurice el triunfo de su vida. «Lo he intentando muchísimas veces en mi carrera deportiva. Nadie me puede reprochar que no lo haya intentado y, aunque no está bien que yo lo diga, creo que me merecía una victoria», concluía emocionado y ya undécimo en clasificación general, a 4:38 de Contador.