La Habana
Barbudos en La Habana: 50 años de dictadura castrista
Una de las consignas de la Revolución cubana fue que «para atrás, ni para tomar impulso». Y fue lo mismo que pensó Guillermo Diago, de 72 años, cuando decidió abandonar Cuba en 1977 después de haber abrazado durante años la Revolución. No miró ni una sola vez aquel día de junio en el que decidió meterse en una balsa con siete amigos y marcharse de La Habana. Se iban a Miami. «Siempre miré hacia adelante -afirma-. Me marché en junio, que era un buen mes para ir en balsa, aunque el mar del Caribe siempre es muy traicionero», reconoce a LA RAZÓN este hombre afincado en Nueva York. Acaba de entrar en la peluquería de su amigo Néstor Despaigne, un estilista cubano de 41 años. Néstor trabaja en la Novena Avenida de Manhattan, entre las Calles 52 y 53. Guillermo va a verle de vez en cuando para hablar de Cuba. Néstor reconoce que «es como mi tío». Su verdadera tía vive muy cerca de allí, por la zona de Times Square, en un edificio totalmente renovado. Ella y sus amigas llevan allí décadas, desde los tiempos en los que era muy peligroso caminar por Nueva York incluso cuando empezaba a caer la tarde. La tía de Néstor tiene por norma bajarse al rellano de la escalera a hablar con sus amigas mientras miran a los «gringos» pasar. No encajan mucho con el resto de los vecinos que pagan de alquiler tres veces más que ellas con su régimen de renta antigua. Pero nadie se atreve a decirle nada a las viejas cubanas. Todos ellos forman parte, como tantos otros, de esa mitad de Cuba que ha ido huyendo de la Isla tras la Revolución que aquel 1 de enero de 1959, hace ahora justo 50 años, acabó con la dictadura de Fulgencio Batista. Muchos incluso apoyaron el levantamiento de «los barbudos». Ahora aseguran que no tienen nada que celebrar. Tan sólo lo harán cuando llegue la democracia a su patria. Quince días en el mar «No es fácil tomar la decisión de dejar tu tierra y a los tuyos», admite Guillermo. Por eso, no se lo dijo a nadie. Ni a una palabra a su familia, nada tampoco a sus amigos. Mientras estuvo en el mar recuerda que tuvo miedo. Este cubano casado con una puertorriqueña, con la que tiene un hijo, explica los trucos de hacer una buena balsa. «Tiene que ser con troncos y madera y por la noches para que nadie te vea. Tardamos un mes. Éramos ocho. Y estuvimos quince días en el mar -explica mientras sonríe-. Ahora no lo volvería a hacer, muchacha. Es una decisión de vida o muerte», reconoce este hombre que tardó 14 años en decidirse después de que Fidel Castro tomase el poder. «En el año 63 me desencanté de lo que prometía la Revolución Cubana, y me fui en el 77. La revolución es producto de la injusticia, pero los que tomaron el Gobierno se equivocaron». Para Guillermo, el próximo 1 de enero será un mal día. «Pensaré en Cuba, pero ya lo hago todos los días», admite. No ha vuelto a la Isla desde que se marchó. Dice que le es más difícil regresar que haberse marchado. Nueva York y Miami En Nueva York, el tono del discurso de los cubanos contra Fidel Castro es mucho más pausado que en Miami, donde siempre se ha dicho que en lo que único en lo que está de acuerdo la disidencia es en que quiere una Cuba libre. A partir de ahí, hay disputas sobre cómo debe hacerse la transición y con quién: si con cubanos de la Isla o con los de Miami. Por eso, los nacidos en Estados Unidos destacan siempre que pueden que el cambio debe venir de dentro de la Isla. ¿Parece extraño? Ellos saben por qué lo dicen. Muchos exiliados preguntan qué va a pasar con «nuestros muertos, nuestras casas y todo lo que se dejó atrás». Néstor, que vive en Nueva York desde hace 11 años, se marchó «por una mezcla de desacuerdo con el régimen y ambiciones personales». Volvió a Cuba el pasado mayo. «Estuve dos semanas. Y noto en la población un pequeño cambio. La gente ya no defiende el sistema, aunque todavía permanece el miedo de expresar lo que uno piensa. La gente está más concentrada en sobrevivir», admite. Desde Florida, el investigador del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad de Miami, José Azel, apunta que «la inmensa mayoría de los cubanos están frustrados. La población no ha visto otra cosa. Es un pueblo sumiso después de 50 años de represión. Si se levanta le dan palos», aclara para explicar por qué nadie se ha levantado contra Fidel Castro. A la hora de reflexionar sobre la situación en Cuba, Néstor recuerda que «es muy fácil criticar. Pero, creo que los cubano-americanos estamos en un cambio. Y entender todo el negocio y todo el manejo que se tiene sacando provecho económico de la separación de la familia y la incomunicación ha hecho pensar que las cosas tienen que cambiar», advierte. Azel reconoce que el 1 de enero de 2009 será una jornada triste. «Han sido 50 años de un gobierno totalitario que ha llevado a un país rico a un panorama paupérrimo. Esto es un aniversario triste. No hay nada que celebrar», remata. Respecto al posible cambio, reconoce que «las señales más recientes» y la propuesta de Raúl Castro de hablar con el presidente electo Barack Obama son «una ofensiva propagandística para obtener un cambio unilateral del próximo Gobierno de EE UU. No son iniciativas serias. Sería posible a través de los canales diplomáticos. Pero estas proclamaciones en público son payasadas». Júbilo en la Calle 8 Hace un par de años, cuando Fidel Castro transfirió el poder a su hermano Raúl, la Calle 8, la columna vertebral del barrio de la pequeña Habana en Miami, estalló de júbilo. La gente agitaba banderas cubanas y gritaba en el Café Versailles, donde se reúne la disidencia desde hace años. No falla nunca el café (solo) «cubanito» y siempre en el mostrador hay empanadas de yuca. Dentro, en el restaurante, se puede pedir caldo gallego y sopa castellana. Guillermo explica que «nuestra comida es muy parecida a la de la Madre Patria». José Azel admite que esos días del verano de 2006 «hubo alegría». La gente pensaba que Fidel había muerto y que era cuestión de horas que La Habana anunciase su fallecimiento. Pero nunca llegó. «Lo que hemos visto ha sido una sucesión y no una transición», admite el experto. No ha habido muchas modificaciones en estos años, a pesar de las voces que han anunciado que con Raúl viene el aperturismo. «Los cambios tendrían que llegar de otra manera. La seguridad del Estado penetra en todos los sectores de la sociedad. Podría ser con un proceso biológico de cambio, Fidel es muy mayor», apunta. Un poco más de espera Es decir, que no va a pasar nada hasta que no se muera Fidel. Mientras, los cubanos en el exilio hablan de todo lo que hay que hacer cuando Cuba sea libre. José Azel reconoce que «tiene que ser una transición con origen en Cuba. Nosotros podemos ayudar y proveer información y hacerle llegar al pueblo la historia. Hace 20 años no teníamos idea de cómo se llevaba a cabo este proceso. Hoy tenemos idea de qué funcionó y qué no funcionó en otras naciones». Ese momento no llega aún y parece que a Cuba le queda un poco más de espera.
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