París
Bruni en la Alta Costura
Hacen cábalas, apuestan y dan por seguro que su presentación oficial como presidenta consorte será dentro de unos días, a partir del lunes, en los desfiles de la Alta Costura francesa. Resultaría lógico dadas las circunstancias y tras su romántico fin de semana veneciano. Está visto que el nuevo regidor galo impone hábitos, un auténtico «love story» que hace sonreír a los zumbones franceses, que no se han visto en otra igual. Bate cualquier récord, incluso el de la hija ya no secreta de Mitterrand –descubierta y presentada tras su muerte–, las visitas presuntas de Giscard al Bois de Boulogne a la caza de distracciones o la leyenda de los Pompidou que lo compartían todo dentro de un orden que no se da en Sarkozy.
Carla le ha sorbido el seso, tal parece, no sólo al casi repetir regalo de anillo de Dior en forma de corazón igual al ofrecido en tiempos a su esposa, aunque en su caso fue una espinela enmarcada en brillantes y para Carla optó por una turmalina con forma de corazón. No se rompió la cabeza, o acaso es la manera más expresiva de demostrar que la pone ya a la misma altura de quien es madre de sus hijos.
Amor «fou»
Abrumada y acaso sorprendida por los casi veinte mil euros de obsequio tan claro en su mensaje, la modelo-cantante correspondió con un reloj Patek de 47.000 euros. Ochenta mil se intercambiaron en total, no se andan con chiquitas ni tienen restricciones. Un amor realmente «fou» que no perturba la vida oficial del primer mandatario francés.
París arde, y no con Dominique Lapiérre ni una nueva invasión alemana. Todos aseguran que la nueva primera dama debutará el próximo lunes, acaso en el distante Club de Polo ya habitual para la colección Dior del mediodía, manteniendo la tradición de que las presidentas realcen la primera fila con el todopoderoso Arnault. Claude Pompidou siempre se deja caer y lo mismo hacía Bernadette Chirac.
Con su juventud y años de pasarela, Carla sin duda será el gran reclamo de estos desfiles donde los veinte costureros de hace años han quedado reducidos a Galliano pour Dior, Lagerfeld reinventando a Chanel, el rompedor Gaultier y un Valentino que hasta el momento suponía la mayor novedad con su retirada de la Alta Costura. Sorprende que sea en París y no en la Roma que le prepara un museo. Como fue testigo de los «adioses» de Ferré y el exquisito Hubert de Givenchy –los dos en la magnificencia del Gran Hotel, donde Paz Blasco ejerce de Relaciones Públicas, casi cónsul española–, imagino que mañana estarán allí todos formando piña nostálgica porque se retira un maestro de la feminidad. Alguien irreemplazable. Y, además de sus musas y amigas como la rendida Nati Abascal o la colaboradora Rosario Nadal, también veremos a Marie Chantal Miller, Lynn Waitt y un Jaime de Marichalar ya desmontado de «la grandeur» pero que aún colabora con el emperador del buen gusto en sus firmas –de Loewe a Vuitton pasando por Hennesy– que es Arnault.
Carla se convertirá en la presidenta más joven que ha tenido Francia en su historia y, encima, proviene de los desfiles, donde yo solía verla con Marisa, su madre y concertista de piano. Su lánguida y fría mirada gris en nada se parece a la espectral Madame Pompidou ni a la rechoncha esposa del ahora cuestionado Chirac.
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