España

Capilla ardiente

Es duro perder un poder terrenal que ellos creen que les viene directamente de Dios. De un Dios vasco, por supuesto

La Razón
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La ETA ha anunciado una capilla ardiente. De un socialista o un popular. «Gora ta gora», arriba, siempre arriba, ha sido el lema del PNV en el «Aberri Eguna». Hermoso lema, marcial, impulsivo, vibrante. En su discurso, Urkullu no mencionó la amenaza de muerte de la ETA a los miembros del próximo Gobierno vasco y parlamentarios del Partido Popular. «Gora ta gora». Arriba, siempre arriba. Enaguas alzadas, visto el plumero. El PNV está horrorizado. La pérdida del poder acarrea otras resignaciones. Ellos han gobernado durante treinta años sin sufrir la más mínima amenaza de los hermanos díscolos, los «gamberros», como los definía el retirado Garaicoechea. Ahora, un nuevo Gobierno se dispone a tomar el relevo y los nacionalistas han interpretado la suma democrática como un atentado a la identidad vasca. De atentado en atentado. La ETA ya ha anunciado una capilla ardiente. Ténganla por segura. En el resto de España nos sentimos cómodos. Ellos no están. En una parte de España, las tres provincias vascas, la que se llamó Euskeria, Euskaria, Euskalerría y definitivamente Euskadi, están. Y son muchos. Y han perdido el poder. Se ha abierto una grieta en el sistema. Ni una palabra de Urkullu de comprensión y ánimo a los amenazados. Son así. Es duro perder un poder terrenal que ellos creen que les viene directamente de Dios. De un Dios vasco, por supuesto, ese que está permanentemente «gora ta gora», arriba, siempre arriba, ese Dios con los ojos vendados que tanto les ha protegido. Pero Dios no es excluyente, ni racista, ni sangriento, ni folclórico, ni aldeano, ni ombliguero, ni tonto. Ese Dios se lo han inventado, como tantas otras cosas. Y en esta ocasión, no les ha echado una mano, y han perdido el poder, el control del dinero, su distribución, sus inversiones, sus regalos y canonjías. Y están muertos de miedo. Porque recuperar lo que se pierde es muy difícil sin el poder, aunque sean muchos, que lo son, los que creen en ese Dios paleto y parcial y los que han puesto su fe al servicio de las bombas, las balas y las amenazas. Capilla ardiente o velatorio anunciado. Silencio del PNV. Tragedia de la raza pura. Agresión al zorcico. Como si no fueran vascos los que han votado al PSE y al PP. Sólo es vasco el que piensa como nosotros, nos vota a nosotros, y siente en el alma a los que, entre nosotros, sufren la ausencia de un ser querido encarcelado por el Estado opresor. Así de sencillo y elemental. Y ahora serán los «otros» los que gobiernen en nuestra nación sin Estado, en nuestras comarcas de verdes estallantes, en nuestros horizontes de soles bermejos, en las blancas espumas de nuestras olas, que eso es la «ikurriña», el prado del caserío, el sol de nuestras melancolías y la espuma de nuestras olas. Pero no lo vamos a tolerar. Los nacionalistas somos demócratas siempre que ganemos las elecciones. Si las perdemos, somos vascos ardientes, «gora ta gora», arriba, siempre arriba, dispuestos a todo para que sepan los de fuera y los de dentro que el poder nos llega directamente de «Jaungoikoa», el Dios que nos ha hecho diferentes, el de los ojos vendados y la basílica de caserío. La capilla ardiente esta anunciada, y Urkullu nada ha dicho. Que al menos, cuando tenga el féretro con el cuerpo del inocente asesinado, y velas, y dolor, y angustia, que no la visiten.