Historia

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Carrillo el converso

La Razón
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Emilio Carrillo ha resultado ser como esos ex fumadores que, una vez abandonado el vicio de la nicotina, ya no permiten que nadie se encienda un cigarrillo a menos de diez kilómetros a la redonda. O, para decirlo en una metáfora más propia de los libros a los que es tan aficionado el concejal, como esos cristianos nuevos que entraban en la Inquisición para borrar a cualquier precio su estigma de converso. O sea, que de mano derecha que afirmaba, ufano, no concebir la política «sin Alfredo» ha devenido en azote de herejes del sector crítico en el que antaño militó. Tanto se ha metido en su nuevo papel de verso suelto que ya no rima con Monteseirín, pero tampoco con Viera. Ni tan siquiera va a rimar con pasillo, que es lo que se podía hartar de hacer si se quedaba como concejal pero sin Delegación alguna que dirigir. Tras caerse del caballo, como Saulo, se ha convertido en el más oficialista de todos los oficialistas que en el mundo han sido y se ha lanzado a tumba abierta a la guerra contra los críticos sin saber si el alcalde y los suyos son molinos o gigantes tras la marcha de «papá Chaves» a Madrid. La entente cordial a la que obligó el ex presidente de la Junta ha devenido en todo menos cordial y la pax se ha convertido en guerra fría, que en ocasiones es la más ardiente de todas. La antigua fotografía de José Antonio Viera saliendo solo del «territorio enemigo» de la Plaza Nueva y la imagen de la abierta sonrisa de Monteseirín ayer en la caseta del PSOE parecen mostrar quién va ganando por ahora.