Historia

Cataluña

Cataluña no es una nación (II)

En nuestra entrega anterior contemplamos cómo lo que ahora llamamos Cataluña fue sólo una parte de España para romanos, visigodos y francos. En ésta, podremos ver cómo esa visión no cambió en los siglos siguientes.

Jaime I, heredero de la Casa de Aragón
Jaime I, heredero de la Casa de Aragónlarazon

La conciencia de que Cataluña era sólo una parte de España y no una nación independiente la encontramos también en los reyes que ejercieron sobre ella su soberanía. Así, cuando en 1271 Jaime I salió del concilio de Lyon tras haber ofrecido la cooperación de sus hombres y de su flota para emprender una cruzada, exclamó: «Barones, ya podemos marcharnos; hoy al menos hemos dejado bien puesto el honor de España». De esta manera, el rey Pedro III afirmó que había salvado el honor de España al acudir a Burdeos para batirse con Carlos de Anjou, manteniendo su palabra. No otra cosa pensaban sus historiadores. En el siglo XIV, el catalán Ribera de Perpejá escribió la «Cronica de Espanya» señalando que Cataluña era una parte de esa España despedazada por los musulmanes, pero ansiosa de reunificación. Y el gran historiador catalán Muntaner reclamó una política conjunta de los cuatro reyes de España, «que son –escribió– d'una carn e d´una sang», algo lógico si se tiene en cuenta que guerreros tan catalanes como los almogávares se lanzaban al combate gritando, no Cataluña, sino «¡Aragón! ¡Aragón!». Por su parte, Bernat Desclot, al referirse a la batalla de las Navas de Tolosa de 1212, señaló en su Crónica que en dicho combate habían intervenido «los tres reyes de España, de los cuales uno fue el rey de Aragón». De la misma manera, al narrar un viaje del conde de Barcelona a Alemania para entrevistarse con el emperador, Desclot relató que el conde se había presentado ante su majestad imperial diciendo: «Señor, yo soy un caballero de España». Acto seguido, ese mismo conde de Barcelona había dicho a la emperatriz alemana: «Yo soy un conde de España al que llaman el conde de Barcelona». No resulta extraño que el emperador, según nos cuenta el mismo Bernat Desclot, dijera a su séquito: «... han venido dos caballeros de España, de la tierra de Cataluña». No cabe duda de que los catalanes medievales –mal que les pese a los nacionalistas– tenían las ideas muy claras y éstas no eran las de formar parte de una nación independiente. Con esos antecedentes repetidos, no puede sorprender que durante los siglos siguientes Cataluña y los catalanes se sintieran hondamente españoles. Como el resto de los españoles participaron en la guerra civil de inicios del siglo XVIII, que algunos pretenden presentar falsamente como un conflicto independentista catalán cuando fue un enfrentamiento dinástico. También resistieron al invasor francés en el Bruch y en el asedio de Gerona, siendo significativo que una de las heroínas españolas más famosas de la guerra de la independencia fuera precisamente la catalana Agustina de Aragón. También combatieron en Marruecos en 1859 a las órdenes de un general catalán llamado Prim. De la misma manera, los catalanes sufrieron el desastre de 1898 –donde cuatro de los treinta y tres últimos soldados de Filipinas procedían de Cataluña– y la guerra civil de 1936, en cuyos dos bandos participaron porque nadie puede olvidar al Tercio de Montserrat y su actuación en la batalla del Ebro. Y es que, mal que pese a los autores del malhadado estatuto, Cataluña no es una nación, sino una parte de una nación llamada España. (Continuará)

Siglo XIIIEn este siglo Gengis kan se corona rey de los mongoles y emprende una serie de guerras desde Rusia hasta China. De esta forma, el Imperio Mongol se apodera de gran parte de los territorios asiáticos y de Europa del Este. En esta época también se produjeron las últimas cruzadas, en las que el rey Luis IX de Francia fallece, en 1270, en una expedición militar contra los mamelucos. En 1254 nace Marco Polo, el primer explorador que, junto con su padre y su tío, viajó por la Ruta de la Seda hasta China.