Terrorismo
Cayó la fea
Elena Beloki, esa etarra fea que incomprensiblemente obtuvo un permiso judicial para interrumpir el cumplimiento de su condena con el fin de someterse a un tratamiento de fertilidad, fue detenida el pasado miércoles por la Guardia Civil. Ignoro si ha conseguido fecundar la semillita. De no haberlo logrado, lo justo, conveniente y razonable sería que mantuviera su tratamiento en la cárcel, de donde salió por un auto de libertad provisional perfectamente gilipollas. En prisión podrá fecundar su semillita sin problema alguno, y con más tranquilidad y sosiego que tomando cervezas y pinchos en sus tabernas preferidas. Un pincho de pimientos y la inseminación artificial están reñidos de origen. O se tiene un niño o se tiene un pimiento, que en el caso que nos ocupa sería lo más conveniente en provecho de la humanidad. La Beloki o Beloqui es muy fea. Se parece al ciclista con el mismo apellido que se caía tanto de la bicicleta. Pero un ciclista feo es de lo más natural del mundo. No produce recelos de cercanía, aunque no domine el manillar. Pero la etarra sí. Tanto, que ni sus compañeros de sangre se presentaron voluntarios como sementales. Entonces le lloró a un juez y éste le abrió las puertas de la cárcel para que tuviera un romance intenso con las probetas. Pero mucho me temo –es un decir, claro–, que tampoco las probetas se han sentido a gusto en los entreperniles de la etarra, y ello me anima a reconciliarme con las probetas, con las que mantengo una relación muy distante desde que, en tiempos colegiales, una se hiciera añicos en mis manos en una clase de Química. Nada grave ocurrió, pero me llevé un susto de los gordos.No sea tomada mi crítica como un irónico distanciamiento de las feas. Hay feas atractivísimas, como guapas sin sabor ni encanto. La Beloki es fea porque su ánimo es feo, sus sentimientos feos, su pasado feo y su futuro feísimo. Anda feo, se mueve feo, habla feo y mira feo. Su vida ha sido fea y la fealdad de su conciencia le impide el arrepentimiento, y la petición de perdón a las víctimas de la ETA. No me refiero a la fealdad física. Muchas y maravillosas feas he conocido y querido. Y muchas y espectaculares guapas me han dejado tan frío como indiferente. Es más que física la fealdad de Elena Beloki. En plena juventud, con alguna copa de más y en la penumbra, podría haberla entrado. No se trata de esa fealdad. Es su alma, el ánimo, lo que se presiente y no se palpa, el fundamento de su aborrecible aspecto. Muchos meses llevaba en libertad. La generosidad del juez no tiene límites. Deduzco que si ha sido trincada por la Guardia Civil, su permiso quedará automáticamente cancelado. Ya está bien de esperar a que la semillita prospere. Y de prosperar, que lo haga en donde le corresponde, no por capricho, sino por la Justicia de un Estado de Derecho. A uno, personalmente, nada le importa que la semillita fecunde o que la semillita no arraigue. Me importa que Elena Beloki cumpla su condena o no la cumpla. El agravio comparativo con centenares de mujeres penadas en España resulta escandaloso. Si ha vuelto a caer la privilegiada fea, con la fea a la cárcel. Con o sin semillita.
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