Elecciones generales
Con las víctimas
o sucedido la última semana y, muy especialmente, desde el pasado sábado constituye un fresco insuperable de la clase política española. El sábado 24 de noviembre, tuvo lugar una manifestación convocada por la AVT y apoyada por distintas entidades cívicas que contó con el apoyo de más de medio millón de ciudadanos, el respaldo de perfil bajo del PP –Rajoy andaba por Almería– y los ataques del Gobierno de ZP y sus acólitos. El 27 de noviembre, todos los grupos parlamentarios con el socialista a la cabeza votaron en contra de la propuesta del Partido Popular para eliminar la autorización concedida al gobierno de ZP para dialogar con la banda terrorista ETA y dos días después, convertido en aviso para navegantes díscolos, Alcaraz comparecía ante la Audiencia Nacional por afirmar lo que millones de españoles pensamos. Y entonces, cuando todo el mundo se retiraba a disfrutar el fin de semana, ETA asesinó a un guardia civil y dejó a otro en una situación de clínicamente muerto. Un hecho tan terrible como éste habría provocado en cualquier democracia parlamentaria digna la inmediata dimisión de ZP amén de la caída de ministros como Alonso o Rubalcaba. Pero nuestra democracia parlamentaria perdió el sentido de la responsabilidad política hace años. Primero, apareció Rubalcaba en su papel habitual de intoxicador. Nos habló de encuentro fortuito, de discusión y de tiroteo, como si los guardias civiles se hubieran encontrado en Francia con los etarras igual que con una cuñada en un supermercado de Fuenlabrada y hubieran sido más torpes al desenfundar. La realidad era que nuestros hombres iban desarmados sin que Rubalcaba hiciera nada por impedirlo – como tampoco lo ha hecho para que los escoltas puedan ir armados todo el día– que los asesinos los conocían y que los abatieron sin que tuvieran la menor posibilidad de defenderse. Iniciada la ceremonia del engaño, ZP y los suyos se entregaron a manipular las palabras sin cambiar nada. Esa tarde, todos los partidos políticos, los sindicatos y la patronal –¿por qué no estaban las víctimas del terrorismo?– emitieron una declaración que no obligaba a nada y que, supuestamente, lavaba la cara de ZP con una manifestación. La ERC que tomó chiquitos en Perpiñán con los asesinos, el PNV que lleva años financiando al entorno de ETA con dinero público, Nafarroa Bai y EA que tienen los mismos objetivos políticos y tutti quanti apoyaron al Gobierno que ha claudicado ante ETA en su hora más difícil. En ese momento, el PP debía haberse levantado de la mesa denunciando el cinismo de un acto inútil porque excluye la ilegalización de ANV y revocar el permiso para pactar con ETA. Pero el Partido Popular no lo hizo por que sus estrategas electorales dicen que no hay que movilizar al electorado de izquierdas y que la mejor forma de conseguirlo es, por lo visto, desmovilizar al propio electorado y perder como en 1993. Al final, sólo han reaccionado como es debido las víctimas afirmando que el martes no irán a una manifestación que se va a quedar en un brindis al sol y en la que todos –absolutamente todos– están donde estaban hace una semana. Yo tampoco iré. No lo haré porque no estoy por alimentar la confusión, porque no me gustan las palabras vacías y porque en esta cuestión también estoy con las víctimas.
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