Alcorcón

Cuando el dolor se convierte en fuego

Más de dos millones de españoles sufren cada día alguna de las formas del dolor neuropático y en siete de cada diez se manifestará de forma crónica debido a la ausencia de diagnóstico y tratamiento precoz

Cuando el dolor se convierte en fuego
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Fuego. Para muchos el dolor que experimentan ya no es sólo doloroso, sino abrasador. Una sensación que únicamente quien la sufre puede definir: «es profundo, recalcitrante, continuo, como una descarga eléctrica, provoca ansiedad y desasosiego, no cesa y cada vez va a más, me quema... y lo peor es que no va a desaparecer». Así, la mayoría de los pacientes describen como pueden su experiencia con el dolor neuropático, ya tenga un origen u otro.

 

Pese a que pueda parecer algo extraño y alejado de la realidad, en España lo padecen 2,1 millones de personas, un 7,7 por ciento de la población. Un porcentaje nada despreciable si, además, se le suma el calvario por el que pasan cada día. Esteban, que supera ya los 60 años y padece una meralgia parestésica –que afecta al nervio del fémur–, explica que «a veces sólo duermo una hora, y más que nada es casi por agotamiento. Descansar por la noche me es imposible, me levanto más de cien veces, el roce de las sábanas en la pierna y las posturas nunca me duran más de cinco minutos».

 

Sentimientos

 

Desesperación. Como manifiesta José Luis de la Calle, médico adjunto de la Unidad para el Estudio del Dolor del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, «no sólo nos centramos en el tratamiento del dolor, sino de todo lo que le rodea, como la aparición de trastornos del ánimo consecuencia directa de estas patologías. En este caso, la terapia debe ser multidisciplinar, en la que se ha de contar con profesionales de la psicología y la psiquiatría».

Los pacientes atraviesan periodos de ansiedad y depresión. «Me pasaba el día en casa encerrada porque el dolor que recorría mi cuerpo me impedía estar de pie mucho tiempo. Aquello me produjo angustia, las paredes se me caían encima y empecé a pensar que a mis 34 años ya nunca volvería a disfrutar de la vida, que los tratamientos no me hacían efecto y que mi existencia se reducía estar encerrada para siempre», recuerda Ana María, de 36 años, que ahora recibe tratamiento psicológico debido a todo lo que pasó al comenzar la convivencia con la neuralgia del trigémino. Estas complicaciones, «efectos secundarios del dolor», no deben pasarse por alto en las consultas, «estos aspectos son importantes ya que de otra forma la rehabilitación del paciente será incompleta», apunta De la Calle.

 

Lo más difícil es identificar la dolencia, como apunta De la Calle: «Sí es cierto que algunos pacientes peregrinan por las consultas hasta que se pone nombre a su sufrimiento. En el tratamiento, lo ideal es el diagnóstico precoz; si se retrasa corremos el riesgo de que se cronifique». Esto ocurre en el 70 por ciento de los casos de dolor neuropático, lo que significa un calvario de por vida para el enfermo. «Tardaron cuatro años en decirme lo que le pasaba a mi pierna, y tenía razón mi médico de cabecera: "Esto los médicos no lo quieren ni ver, vas a ir de un lado para otro". ¡Qué verdad más grande! Visité varios neurólogos hasta que di con el que hoy me trata», recuerda Esteban.

 

Pese a que la causa general de esta patología se desconozca, en muchos casos se presenta como una consecuencia de otra dolencia, o de una mala praxis médica. Así, María tenía tan sólo 22 años, cuando en una operación le pillaron los nervios del tobillo y desde entonces convive con su neuralgia postraumática. «Voy de Talavera de la Reina a Madrid y viceversa muy a menudo, ya que la unidad del Dolor que me trata está en Alcorcón, la única que vio desde el principio qué me pasaba y supo por qué», aclara María.

 

Otro ejemplo lo constituye Sancho de 45 años, cuyo origen se encuentra en su diabetes. Pese a que nadie se pueda imaginar que una de la epidemias del siglo XXI pudiera tener una cara tan negra y agresiva, es así. «No le di importancia a la diabetes y ahora sufro una de sus peores consecuencias: un dolor quemante y a la vez de un acorchamiento en las piernas, como un calcetín», expone Sancho.

Comprender lo que pasa

 

Hay diferentes formas de presentación de la patología según su origen, lo que a su vez marcará la terapia

Se considera esta dolencia uno de los cuadros más rebeldes y complejos de diagnosticar, ya que no siempre es posible demostrar la causa orgánica que lesiona el nervio. Por ello en muchos casos el dolor se etiqueta como psicógeno o al paciente como depresivo.Existen tres grupos de dolor neuropático:

 

- Periférico: síndrome del túnel carpiano, síndrome doloroso regional complejo, neuropatía sensorial del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), meralgia parestésica, neuropatía diabética dolorosa, dolor fantasma de un miembro, neuralgia postepérica, dolor posttracotomía, neuralgia del trigémino y radiculopatía.

 

- Central: dolor por lesión de la médula espinal, mielopatía del VIH, dolor de esclerosis múltiple, de la enfermedad de Parkinson y siringomielia.

 

- Asociado al cáncer: polineuropatía inducida por quimioterapia, neuropatía post infiltración tumoral o compresión de un nervio, dolor fantasma de mama, postmastectomía, plexopatía y mielopatía postradioterapia.

 

En cuanto al tratamiento de esta enfermedad hay todo un arsenal eficaz para tratar el dolor, las alteraciones del sueño y las del ánimo que sufren estos pacientes. «En primera línea estarían antiepilépticos y antidepresivos. Las terapias han de individualizarse en cada caso y en forma de monoterapia», apunta De la Calle.

 

De interés para los enfermos:

 

Sinedolore TELÉFONO: 619887451 (Sra. Carmen) web: www.sinedolore.org/Correo: info@sinedolore.org

 

Asociación de Diabéticos ADEMADRIDc/ General Ramírez de Madrid, nº 1828020 MADRIDTELÉFONO: 91 570 62 43 (de 9 a 14 y de 17 a 19h) fax: 91 570 85 51web: www.ademadrid.comCorreo: oficina@ademadrid.com