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Dichosas vanguardias

Dichosas vanguardias
Dichosas vanguardiaslarazon

¡La vanguardia! Aquello me fascinó desde chico, y había nacido en el año 24 del siglo pasado. ¡Qué bella, qué optimista, que alegre, qué soñadora y fantástica me parecía aquella vanguardia de los años veinte y principios de los treinta cuando ya tenía esa misma edad. ¿Se dan ustedes cuenta? Stravinsky, Ravel, Alban Berg, André Breton, Max Ernst, Dalí, Mondrian, Paul Klee... ¡Todo a un tiempo! O todo seguido. Pues bien, estas líneas son un homenaje a aquella vanguardia de la que yo me sentí heredero, un homenaje crepuscular y epigonal a mis maestros. ¿Qué quiere decir esto? Que la viejas vanguardias se disiparon por desgracia y son tan históricas como la toma de la Bastilla. Les ha sucedido una supuesta «posmodernidad». Pero ahí están, para seguir complaciendo, maravillando y orientando. ¡Qué erupción imaginativa, qué esplendor! Una extrema dinamización del mundo artístico, como nunca se había producido con tanta intensidad en la Historia de las ideas estéticas. Con activas presiones ideológicas, generadoras de crueles absolutismos, con dos terribles conflagraciones mundiales, con millones de muertos, con pandemias casi irreductibles como el sida e incontables desventuras más, las artes en el siglo XX han sido una avalancha de propuestas estéticas, que para muchos espíritus afines a la mesura clásica ha supuesto una catástrofe, una confusión apocalíptica que ha relativizado todos los valores en las artes, las ha vaciado de trascendencia. –«Ya no hay categorías, todo vale», han dicho los conservadores. –«Ustedes se equivocan, señores. Todo vale y muchísimo». Por ejemplo, en pintura, el impulso inicial a la desobediencia de los cánones clásicos viene de la triunfante revolución impresionista, cuyos primeros marchantes ya parecen restablecer el arte como industria. La novedad en arte se calcula, se produce y se vende. Aunque a los idealistas parezca lo contrario, el gran acicate social, económico e industrial a la originalidad, la novedad y la modernidad, es lo que hizo que proliferasen los vanguardismos experimentales, en la misma disposición abierta que la ciencia. Carta blanca a la originalidad de los artistas, antes reprimida, contenida por el humanismo canónico en las artes. Por eso habla Ortega de la deshumanización del arte, aunque se equivoque y nunca dejará de serlo, pero de algún modo tenía que explicarse qué estaba ocurriendo en el mundo de la creación artística. Al impresionismo le ha sucedido – ya en pleno siglo XX– el expresionismo de los «nabís», inspirados en el arte oriental, el «fauvismo», el «futurismo», «cubismo», el «dadaísmo», el «surrealismo», la abstracción... Si para los científicos modernos el universo está en expansión, todo lo está, el arte y la ciencia en primer lugar. Llegan olas de descubrimientos, como se producen erupciones y movimientos sísmicos, que trasforman el perfil de la tierra, y tiempos –más o menos largos – de inactividad. El siglo XX, en sus inicios, fue sujeto de esa conmoción «sísmico-espiritual», como no se producía desde el Renacimiento. De adolescente y de joven, yo celebraba con alegría y sorpresa lo que a mi padre, que era un hombre culto, casi le horrorizaba. «¡Mira qué bien! Ahora se pintan cuadros punto por punto –«puntillismo»– , ahora con pinceladas gordas y también a base de cubos, cubistizando hasta una nube. Y ahora a base de tubos –Leger–, ahora todo descompuesto, roto, sin perspectiva. Y ahora se pintan relojes blandos y elefantes con patas de mosca. Y ahora, "la nada", para descansar un ratito. ¡Esto es una gozada! Y lo maravilloso es que tiene visos de no parar". Yo tengo que ser vanguardista cuando sea mayor». Y como en mi familia había músicos de hondura, como mis abuelos maternos y mi propio hermano, la música de mi tiempo me cautivó casi en la misma proporción. Primero Debussy, luego Stravinsky, luego Schoënberg y la Escuela de Viena y casi al mismo tiempo el jazz. Y, para remachar el clavo, al final, la música electrónica, que se inventa todos los sonidos y todos los instrumentos habidos y por haber. ¿Cómo no voy a vivir todavía deslumbrado por lo que el siglo XX le ha aportado a la ciencia y al arte?