Ministerio de Agricultura

Ecologismo con cabeza

 A punto de cumplirse siete meses de la toma de cargo de Elena Espinosa como ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, las aguas comienzan a calmarse y queda ya enterrada el hacha de la «guerra del agua», al menos en un principio, o hasta la siguiente sequía 

La Razón
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Han transcurrido casi siete meses desde que Elena Espinosa asumió la cartera de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino. En ese tiempo las aguas -en general- han ido calmándose. De la «guerra del agua» que ha vivido el país, se ha pasado a un estado de relativa tranquilidad. Con algún recuerdo manifiesto de la tensión vivida entonces, hasta tal punto que la palabra trasvase desapareció durante los primeros meses.
Pero hoy las interconexiones intracuencas vuelven paulatinamente a llamarse trasvases. También se ha producido un acercamiento con el mundo de la caza y con los regantes, así como el balance positivo de los incendios forestales en comparación con años anteriores (sobre todo, como con el agua, por la climatología), aunque en esta materia aún queda mucho por hacer, pues a día de hoy sólo el 13 por ciento de la superficie forestal cuenta con un plan de gestión, tal y como demanda la Ley de Montes.
Pero estos renovados aires, que han llevado la calma a muchos de los sectores vinculados con el medio ambiente, no se respiran en el mundo ecologista. Al menos, no en general. Los mismos que, junto a Izquierda Unida, reclamaban la creación de un «Superministerio» nunca pensaron que -de conseguirse- fuera estar al frente la propia Espinosa. «No se puede poner al lobo al cuidado de las ovejas». Este símil que hizo, a los 100 días de la toma de cargo de Espinosa, el presidente de Greenpeace, Juan López de Uralde, denota el grado de decepción del sector ecologista. Pero no es que consideren que no se puedan aunar ambos cargos, sino que tachan de «absorción» algo que considerarían una «fusión» si al frente estuviera Cristina Narbona. La ministra que les «escuchaba» ya no lo iba hacer más, al menos no como tal. Y eso duele, resta protagonismo al papel que realizan. Sin embargo, de nada sirve su esfuerzo si los que están día a día en el campo consideran integristas las políticas de una ministra, Narbona. Porque el medio ambiente es y debe ser cosa de todos, y para eso es necesario conseguir el mayor consenso posible.
Y seamos serios, la veintena de desaladoras de la admirada y criticada Narbona nunca llegó a hacerse, tal y como sucedió con muchas de las que proponía Borrel en el Plan de la Metasequía del 95. Y agua, lo que se dice agua, poca se consiguió. En cuanto al cambio climático, lo cierto es que seguimos muy alejados de lo ratificado en el Protocolo de Kioto, por mucho interés (nadie lo niega) que puso en este campo la ex ministra. Y es que a un ministro no sólo se le deben pedir esfuerzos y conocimientos sobre la materia, sino hechos.
En definitiva, que en cuatro años logró paralizar el trasvase del Ebro y promover una importante reforma en la ley de costas. Una iniciativa que, por cierto, hizo en algunos casos olvidar que Narbona permitió vulnerar la propia ley al autorizar, a través de la Dirección General de Costas, la ocupación de 23 hectáreas de dominio público marítimo-terrestre para crear el zoo marino de Barcelona, un proyecto que ya fue desestimado hasta en dos ocasiones (tanto por Elvira Rodríguez como por Jaume Matas). ¿Pero qué cambios se han producido desde que Espinosa asumió ambas carteras? ¿Es todo tan negativo o positivo como desde algunos sectores pretenden hacernos ver? ¿Qué falta aún por hacer?

Cambios
Lo más novedoso ha sido el giro que ha dado la ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino en materia de agua. En las últimas semanas los medios se han hecho eco del sustancial cambio del Gobierno en materia hídrica al anunciar que el trasvase de agua del Tajo desde Cáceres al río Segura es una buena opción a tener en cuenta en un futuro no muy lejano. A estudio está el trasvase del Ródano, que permitiría llevar agua a Cataluña. Se trata de una idea que viene siendo apuntada desde principios de la década de los 90, que permitiría conectar el canal bajo del Ródano Languedoc (Francia) con el área metropolitana de Barcelona. Ahora bien, «el trasvase del Ródano se puede estudiar como una alternativa contra el déficit hídrico de Barcelona, pero lógicamente hay que pensar que conllevaría más kilómetros de conducción que el del Ebro, al estar más lejos», matiza el doctor ingeniero de caminos, canales y puertos José Rubio Bosch, presidente de honor de la Asociación Española de Abastecimiento y Saneamientos. Ahora bien, sin analizar los aspectos ambientales, lo cierto es que necesitarían primero que Francia diera al cien por cien su visto bueno.
Esta línea de cambio se hace más manifiesta con las declaraciones del propio secretario de Estado de Medio Rural y Agua, Josep Puxeu, que reconocía no sólo las desaladoras no son la panacea, sino que gestionar el agua desde dogmas es un error en el que han estado inmersos los últimos años.
En definitiva, no dar un no por respuesta en cuanto a los trasvases ha abierto nuevas posibilidades y ha tranquilizado los ánimos (así como el hecho de no estar en ese momento de sequía extrema), salvo en determinados ambientes ecologistas, desde donde se ha venido diciendo que el Ministerio se contradice, al mostrarse favorable y contrario a los trasvases. Lo que tiene su lógica, pues no todos son igual de negativos. En algunos casos las consecuencias son si cabe peores.
Además, lo que quizás prefieren obviar desde estos entornos es que la propia Narbona fue también «acusada» de alejarse de la nueva cultura del agua al promover en 2005 el trasvase del Júcar-Vinalopó aludiendo a que esta obra no se derogaba porque su abandono y la realización de otras obras repercutiría en los usuarios. Lo que resulta del todo curioso, porque retrocediendo en el tiempo esta obra, aunque estuviera entonces en marcha, era reversible. Pues «sólo» significaba perder entre un 10 y un 12 por ciento de ese 30 por ciento de presupuesto ya invertido entonces, ya que la obra de bombeo se podía haber utilizado para producir electricidad, tal y como denunciaron entonces a este semanario fuentes de la Fundación Nueva Cultura del Agua.
También hubo medidas salomónicas, como cuando el Consejo de Ministros dio luz verde al trasvase de 82 hectómetros cúbicos de agua entre los ríos Tajo y Segura (39 iban a abastecimiento y 43 a regadío). Esta solución de emergencia ante la acuciante sequía que sufría España no sentó muy bien a ninguna de las partes afectadas (Murcia y Castilla-La Mancha). Aunque esto es ya harina de otro costal, pues la infraestructura estaba del todo hecha, pero denota la tensión de entonces (y, en este caso, el buen hacer).

También hubo medidas salomónicas, como cuando el Consejo de Ministros dio luz verde al trasvase de 82 hectómetros cúbicos de agua entre los ríos Tajo y Segura (39 iban a abastecimiento y 43 a regadío). Esta solución de emergencia ante la acuciante sequía que sufría España no sentó muy bien a ninguna de las partes afectadas (Murcia y Castilla-La Mancha). Aunque esto es ya harina de otro costal, pues la infraestructura estaba del todo hecha, pero denota la tensión de entonces (y, en este caso, el buen hacer).

Incendios forestales
En materia de incendios forestales, el balance de 2008 es positivo en comparación con años anteriores. Así, 2008 fue hasta el mes de septiembre el año de la década en el que menos (que no pocas) hectáreas se han calcinado (35.802 hectáreas frente a las 72.181 registradas hasta septiembre de 2007).
Sin embargo, no hay que olvidar aquí que la climatología jugó a su favor, «pues hubo una primavera larga y lluviosa, por lo que el período de incendios se redujo y además no fue muy caluroso. En definitiva, que el riesgo de incendios empezó tarde, a finales de junio, cuando en 2007 comenzó en mayo», hace hincapié Félix Romero, de Bosques de WWF/Adena; que recuerda que estadísticamente después de varios años desoladores por los grandes incendios siempre le siguen unos «buenos».
A esta buena climatología se suman también otros factores: «La presión judicial y policial –prosigue–, a pesar de ser aún insuficiente, ha ido aumentado en los últimos años, a la par que la presión de la opinión pública».
Por otro lado, si a Elena Espinosa algunos ecologistas la «acusan» de desconocer muchos aspectos del medio ambiente, nadie puede poner en duda su buen hacer en materia rural. Así, la Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural (de 2007) pretende evitar el despoblamiento de las zonas rurales y por ende favorece el medio ambiente. A esta medida, se suma el Programa Empleaverde. La Fundación Biodiversidad, como entidad gestora del Fondo Social Europeo, anunció hace unas semanas que destinará 14.870.837 euros este año para financiar la gestión de 32 proyectos para la mejora del empleo y el medio ambiente.

Falta por hacer
Pero aún queda mucho por hacer. Una de las medidas que debería tomar primero la ministra sería el cierre de pozos ilegales que agotan el agua subterránea, pues «en España hay nada menos que 1.500 de los que se extrae agua fuera de la legalidad, y no precisamente un «poquillo», de algunos se extraen de media 7.000 metros cúbicos al año», según WWF/Adena.
Siguiendo con el agua, aún falta evaluar los recursos hídricos que tenemos. «Todavía queda por completar las demarcaciones hidrográficas que tendrán que estar hechas para finales de 2009, tal y como demanda la directiva marco de agua. Pero no se trata de algo nuevo, en eso venimos trabajando desde hace 50 años», explica Bosch.
Otra de las asignaturas pendientes es lograr que nuestros montes cuenten con un plan de gestión –tal y como demanda la Ley de Montes–, pues sólo el 13 por ciento de la superficie forestal lo tiene. Así como fomentar el certificado forestal FSC (que promueve el consumo de madera legal, social y ambientalmente responsable). «La ministra no se ha pronunciado aún al respecto. Consideramos que el 40 por ciento de nuestros bosques debería contar para 2010 con un plan de gestión que permitiría reducir las hectáreas calcinadas –al conocer mejor sus "debilidades"– y que para ese horizonte al menos el 20 por ciento de las explotaciones forestales deberían tener el sello FSC», demanda Romero.
A esta lista se suma la demolición del hotel Algarrobico –un tema que colea de la anterior Legislatura– y terminar con el declive del stock de atún rojo en el Mediterráneo, entre otras especies. En definitiva, ahora que las aguas comienzan a calmarse –con la climatología a su favor– es hora de realizar cambios desde el entendimiento de si no todas al menos de la mayoría de las partes.