Atlético de Madrid
El Atlético fue cobarde
Abel Resino vende, con buen criterio, que el Atlético tiene que ser un equipo alegre, optimista, que juegue con desparpajo y sin importarle el rival. Y ayer, Forlán, el jugador más alegre y vivo de los últimos partidos, se quedó en el banquillo en una de las citas más decisivas de la temporada. ¿Agotado? Cansancio exhaustivo tras los partidos contra el Barcelona y el Real Madrid fueron los argumentos del técnico para dejar al goleador viendo cómo era el Oporto el que tomó la iniciativa en los primeros minutos, pero sin parecerse al del Calderón. La lección la había aprendido Abel y los portugueses no tuvieron espacios para correr, para mostrar su velocidad y sólo Rodríguez asustaba en alguna oportunidad. Hulk, con libertad de movimientos, estaba torpe y Lisandro no podía apretar su gatillo.Desactivado el cuadro portista, el Atlético se estiró, comenzó a adelantar líneas, a juntarse y a mover el balón con más soltura. Alternaba zapatazos sin sentido y jugadas a ras de hierba. Y en una de ellas Simao fue trabado dentro del área. Para el árbitro no hubo pena máxima y el partido siguió con el mismo argumento. Al Oporto le costaba llegar, tampoco arriesgaba en exceso porque jugaba a favor de resultado y al Atlético no se le veía excesivamente ansioso por marcar. Por eso, cuando Agüero hizo una espléndida jugada (min. 35) que no encontró rematador, Abel debió pensar que ya llegarían más ocasiones.Con tranquilidad, con Maxi de segundo delantero, ayudando al centro del campo y con Sinama, algo torpe y falto de calidad en la derecha, buscaban los rojiblancos el control del juego. Y en esa faceta sobresalía Assunçao ante su público. El portugués tapaba los pitos con acciones de anticipación, con combinaciones con Raúl García e imponiendo su jerarquía ante Meireles y Fernando, el único que puso a prueba a Leo Franco con un tiro de larga distancia en un primer tiempo que fue más táctico que espectacular, en donde los dos equipos jugaron al error del contrario, a buscar un pequeño fallo para dar su dentellada. Por eso los porteros trabajaron poco; fueron centrocampistas y defensas los más ocupados para darle al partido músculo y pizarra.Perea, Pablo y Ujfalusi habían mantenido al Atlético porque el Oporto no encontraba su juego, no conectaba el centro del campo con sus delanteros y eso facilitó la labor destructora de los de Abel. Sin embargo, todo cambió en la segunda parte. El Atlético se encogió y el Oporto creció de la mano de Meireles, que se adueñó del centro del campo, que encontró los pases precisos para Hulk y Lisandro.Fue un Atlético muy pobre el de la segunda parte. Ni la presencia de Forlán, que entró por Maxi, dio vida al equipo de Abel. Comenzó a fallar el físico y llegaron las ocasiones ante la portería de Leo Franco. El portero fue el mejor. Evitó con tres intervenciones de lujo que el Oporto cobrase ventaja. Vivía Abel de las paradas de su portero y moría Abel porque el juego ofensivo era un desastre. Agüero no tenía su noche y entraba poco en contacto con la pelota, Assunçao y Raúl García se veían superados y tampoco la aportación de Sinama y Simão era desequilibrante, ante una defensa que no perdía el paso y ante un Helton que quedó inédito. No hubo ocasión de probar si anoche tenía las manos blandas, como en el Vicente Calderón.El partido se le hizo muy largo al Atlético, cansado, aburrido, sin chispa, con las ideas nubladas por la falta de gasolina. Jugaba con el freno de mano el conjunto rojiblanco, muy acobardado mientras que el rival encontraba en Hulk al jugador explosivo que llegaba a la línea de fondo y hacía un ocho a la defensa. Pablo le hizo un penalti que no se pitó y luego Leo se sumó con sus paradas a que el conjunto portugués no acabase con un triunfo. Fue mejor, leyó mejor el partido, mientras Abel lo intentaba con un desdibujado Maniche y con De las Cuevas en un intento por revertir la historia, por cambiar el curso de una eliminatoria que se perdió en Madrid y no anoche en el gris partido de Oporto.Y hay que volver al principio. A preguntarse por qué no salió Forlán de entrada –cuando apareció no estuvo– y a poner en duda el planteamiento. Jugárselo a una bala de Agüero era mucho riesgo y el «Kun» no pudo disparar. Quizá un partido más loco, de ida y vuelta, como ante Barça y Madrid, le hubiera ido mejor al Atlético. Abel, no obstante, debe saber que falta condición física para esa propuesta y la que hizo le salió mal. El Atlético se va de Europa sin conocer la derrota. Triste despedida de la «Champions».
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