Bayern Leverkusen
3-2 Réquiem en El Madrigal
Se acabó lo que se daba, la Liga es del Barça a falta de tres partidos. Perdió el Madrid con el Villarreal y en El Madrigal hubo réquiem, por el campeonato, finiquitado en la cima, y por el equipo de Juande, que suma tres derrotas consecutivas tras encajar una docena de goles. A este proyecto, agotado, sólo le falta la tierra encima.Más que las bajas, numerosas y no todas ellas acreditadas como sensibles, la losa del Madrid es el 2-6 que encajó con el Barça en el Bernabéu. Desde entonces actúa como un autómata desengrasado, que sólo responde a ciertos arreones. Juega como un equipo menor, sin espíritu, sin corazón, sin convicción, sin estímulo. Su principio y su final es el subcampeonato de Liga. Es un muerto viviente, una cadena de jugadores con demasiados eslabones averiados y oxidados. Ricardo Cocciante los describiría como una «bella sin alma». Los menos poéticos, como el ejército de Pancho Villa.Durante diez minutos, los primeros del partido, disimuló su condición y plantó cara al Villarreal, necesitado de puntos para recuperar plaza continental y, por ello, nervioso. Pero cuando Ibagaza se apoderó del centro del campo, y del partido, el Madrid desapareció. Ni siquiera corría; lo fiaba todo a la presencia de Huntelaar allí arriba, abandonado a su suerte. Siendo así, mejor Higuaín, que es fibra, empeño, genio, posibilidades fuera y dentro del área.La otra baza de Juande Ramos era Robben, empeñado en regatear al banderín de córner, sobre todo porque sus galopadas por la banda derecha rara vez encontraban aliados entre los suyos. ¡Qué soledad! Todo lo contrario que el Villarreal, que jugaba cómodo y solidario, con los destellos de Ibagaza, de cuyas botas partió el centro que Pires convirtió en gol de certero cabezazo.El desfile de los zombies terminó con el comienzo de la segunda parte. Juande recuperó la raza del equipo al alinear a Higuaín, en lugar del témpano Huntelaar. No se había disputado ni un minuto de esta mitad cuando Torres centró largo desde la izquierda, Higuaín cedió al primer toque y Van der Vaart hizo el empate.Empezaba otro partido. Al Villarreal el punto le servía de poco y la historia del Madrid, su vergüenza torera, reclamaba un esfuerzo similar a aquellos que le engancharon a la Liga con una persecución encomiable y desesperada. Para contrarrestar la crecida, Pellegrini optó por prescindir de Ibagaza, antes motor. En su lugar, Bruno. El encuentro, deshilachado, sin rumbo, viajaba de una a otra portería. La mejoría madridista, sin embargo, palideció con el gol de Cani, fruto de un despiste general de la zaga visitante, y en particular de un error del juventino Cannavaro. Y Casillas, el mejor portero del mundo, otra vez cariacontecido. Tiene menos defensa, y equipo, delante que algunos colegas suyos enfrascados en la permanencia.Con el 2-1, el Villarreal mantuvo la presión en el campo contrario varios minutos. Buscaba más goles, percibía la debilidad del Madrid, esa fragilidad producto de los fichajes absurdos o, precisamente, de la falta de ellos. Sin embargo, Juande hizo otros dos cambios y, con los tres agotados, se lesionó Raúl. Al capitán no le relevan ni cojo. El «submarino» se apiadó, reculó, encajó el 2-2, de Higuaín en fuera de juego, pero tuvo arrestos para marcar el gol del triunfo (Capdevila) en el minuto 90. Así, en tres días, el Barça añade el título de Liga a la Copa del Rey. Pobre Madrid.
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