Cáceres
El Cerro de los Ángeles a los 90 años
Miles de jóvenes españoles, la mayoría de la provincia eclesiástica de Madrid (Madrid, Getafe y Alcalá) pasarán la noche del sábado al domingo en oración ante el Santísimo en el Cerro de los Ángeles, en Getafe. Coordina la velada el movimiento Jóvenes por el Reino de Cristo, ligado a la red de movimientos del Apostolado de la Oración que en el siglo XIX fundaron los jesuitas en torno a la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. El obispo de Palencia, José Ignacio Munilla, los dirigirá en esta velada, junto con el obispo de Cáceres, Francisco Cerro. Con ellos estarán las reliquias de Santa Margarita María de Alacoque, la monja que en el siglo XVII recibió las promesas del Sagrado Corazón. Al día siguiente, el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, renovará la consagración de España al Sagrado Corazón, recordando el acto de hace 90 años.
El Corazón dinamitado
En 1919 el monumento era otro. Lo dinamitaron los milicianos el 7 de agosto de 1936, como los talibanes con los budas afganos. Dicen las carmelitas de Santa Maravillas, que volvieron al convento del Cerro después de la guerra, que al menos dos de ellos se arrepintieron: uno pidió perdón en confesión por fusilar el monumento, y otro pidió en su juicio trabajar en la reconstrucción de iglesias como penitencia. También junto al Cerro corrió la sangre en julio de 1936. Cinco jóvenes que habían estado allí en adoración nocturna, decidieron quedarse unos días como «guardia de honor» del Cristo. Bajaron a comer al cercano pueblo de Perales del Río, les vieron bendecir la comida y fueron denunciados a los milicianos, que los atraparon y fusilaron con rapidez el 23 de julio. Murieron gritando «Viva Cristo Rey», contemplando el Sagrado Corazón, dos semanas antes de su voladura. La consagración de 1919 se produjo después de la Primera Guerra Mundial y una grave epidemia, la famosa «gripe española».
Fue el mismo rey Alfonso XIII quien quiso leer el acto de consagración, que había retocado de su mano: «De Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio de la orden y de la paz», proclamó. Ningún rey católico había hecho nada similar y él lo hizo por propia voluntad en pleno siglo XX. Participaron todos los ministros, excepto uno, que estaba enfermo. A la misma hora, las parroquias de España, ante el Santísimo, proclamaban un breve acto de consagración. El rey recibió amenazas y anónimos, y en los mítines callejeros anticlericales hubo furia.
Doce años después, en abril de 1931, Alfonso XIII dejaba España, esperando ahorrar una guerra civil a un país a punto de estallar.
La proclama del rey Alfonso
«Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios Hombre, Redentor del mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan: España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante este trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península. [...] Venga, pues, a nosotros tu Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de la ciencia y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias [...]» (Alfonso XIII, 30 de mayo de 1919, Cerro de los Ángeles).
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