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«El poder y la gloria»

La Razón
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La concesión del Premio Nobel de Literatura está plagada de injusticias y, posiblemente, una de las más graves sea la de no haber sido concedido a Graham Greene. Como autor, Greene fue muy irregular. Tuvo una primera etapa digna de principiante, luego se convirtió al catolicismo y, finalmente, durante las últimas décadas de su vida abandonó la fe de Roma y optó por un humanismo con toques trascendentes. De las tres etapas, a mi juicio, la mejor fue la católica, quizá porque en ella Greene supo sumar a su talento literario la asunción de ciertos temas de especial profundidad humana. Lo hizo además no como un autor católico al uso, ése que destila agua bendita hasta el punto de ahogar –y aburrir– al lector, sino como aquel que sobre lo áspero y oscuro de la vida intenta proyectar un hilo de luz. «El poder y la gloria» es, muy posiblemente, el ejemplo más claro de esa línea. Su protagonista es un sacerdote, pero no impecable, con todas las respuestas, ejemplar. A decir verdad, se trata de un cura que vive en concubinato y que además se halla esclavizado a la botella. Ese clérigo malcumple con su ministerio en la época de la revolución mexicana y, más concretamente, cuando las autoridades decidieron fusilar a cualquier sacerdote que cayera en sus manos. El protagonista de la novela de Greene descubre entonces que es un mal sacerdote, incluso un causante inevitable de escándalo, pero el peligro de seguir profesando su fe provocará en él un giro vital de enorme trascendencia. No voy a contar el final de «El poder y la gloria» porque destruiría buena parte del aliciente de su lectura. Sí puedo decir que me impresionó la primera vez que contemplé una adaptación teatral en Estudio 1, que volvió a sobrecogerme la versión cinematográfica que con el título de El fugitivo dirigió John Ford y que me ha conmovido cada vez que he vuelto a repasar sus páginas. Quizá sea porque muestra que no hay nadie totalmente irredimible y que, en no pocas ocasiones, la santidad no huele a incienso sino a sudor y vinazo.