Moda
El «vintage» del mañana
La estampa de la hija predilecta de Alcobendas encuerpada en el Balmain blanco-roto era definitivamente rotunda. Algo que la precavida oscarizada sabía de antemano y supo completar con un coherente «look» retro a lo Audrey Hepburn, conocedora de que ecos avagardneanos pujaban por colársele entre las fisuras de su planta cañí y retrechera. Y sabido es que la americana –a la que no pocos recuerdan recibiendo monteras de toreros en las Ventas– resulta políticamente incorrecta en estos tiempos tan pastoriles. Volviendo al Balmain –que es a la alta costura lo que Pandémica y Celeste a la poesía o el Marqués de Murrieta Reserva del 60 a los caldos–, es higiénico cuestionarse si el movimiento «vintage» –nacido para denominar vinos singulares con añada– no habrá existido para convertir lo excéntrico en aristocrático. Lo rompedor de ayer, en la solera de hoy. De ser así: ¿estaremos realmente fabricando el vintage del futuro?... ¿O las generaciones venideras pasarán de largo por los puentes de Calatrava, las novelas de Marías y los diseños de Amaya Arzuaga como hacen los vagones de metro en las estaciones desangeladas? No pocos preconizan la agonía de la imaginación a la manera del dios de los nihilistas... De ser así, aterra que sólo pueda quedarnos volar mirando hacia atrás como el melancólico pájaro de Borges.
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