Entre el heredero de Jordan y el «Señor de los Anillos»

Dicen sus críticos que ganar anillos con jugadores como Michael Jordan, Shaquille O'Neal o Kobe Bryant es muy fácil. Pero ni los Bulls ganaron un título hasta que él se sentó en el banquillo del United Center, ni los Lakers reverdecieron los laureles del «showtime» hasta su llegada. Phil Jackson fue la clave del éxito. Dieciocho años después de su debut en el banquillo de Chicago, puede presumir de tener diez anillos de campeón, más que ningún otro técnico en la historia. Uno más que Red Auerbach. Y sin contar el que ganó como jugador en 1973 con los Knicks de Nueva York.
En los últimos tiempos, su figura resalta por encima de las demás en el banquillo de los Lakers. Y no es por sus 203 centímetros de altura. Es por culpa de una salud muy frágil que le hace pensar en la retirada. Operado dos veces de la cadera, con problemas de corazón y unas rodillas maltrechas, Jackson medita abandonar el ba- loncesto, aunque aún le resta un año más de contrato en «L. A.» y doce millones de dólares asegurados.
El domingo, en Orlando, Jackson celebró el título con una gorra que le regalaron sus hijos con un diez en números romanos y con las fechas de todos sus anillos. Ya hay quien lo ve como una despedida. Pero el «Señor de los Anillos» se va a tomar unas semanas de reflexión y va a someterse a un reconocimiento médico antes de tomar ninguna decisión. Él marca el ritmo. Para eso es el novio de la hija del jefe, Jeanie Buss; para eso depuró el triángulo ofensivo; y para eso es el Maestro Zen.
Junto a Jackson estaban Kobe Bryant, exultante, y sus dos hijas: Natalia Diamantey Gianna Maria-Onore. Vanessa, su mujer, no les perdía de vista. Desde que afrontó una acusación por violación en 2003, la familia está más unida. Bryant persigue una meta. Quiere superar o igualar los seis anillos de Michael Jordan. Y para eso confía en la continuidad de Jackson, con el que ya ha ganado cuatro. Del resto ya se encargarán él... y Gasol, su escudero más fiel.