Pamplona

Real Madrid: estado de descomposición

Estado de descomposición
Estado de descomposiciónlarazon

El Valencia se enchufa a la Liga de Campeones y el Madrid, subcampeón anestesiado, se desconecta de la Liga. La décima victoria fuera de casa que perseguía Juande Ramos en Mestalla fue una derrota, previsible. Su equipo se encuentra en avanzado estado de descomposición, desnortado, tan débil que acusa cualquier contratiempo. El primer gol valencianista le descolocó, el segundo le hizo papilla y el tercero le redujo a cenizas, sin posibilidad de resurgir. Habría sido ésta la jornada ideal de Emery si David Silva y Marchena no hubieran acumulado cinco amonestaciones cada uno. Desde que Capello, antítesis del esteta, contrajo matrimonio en segundas nupcias con el Madrid, a este equipo, entonces desprogramado y laxo, el valor se le supone y, por ello, entregado a la causa de la victoria, a pesar de goleadas como el 2-6 o de cuestiones recientes que empalidecen la historia del club, verbigracia: la locura transitoria de Pepe, las bobadas de Marcelo, la feria de Sergio, las citas judiciales de presidente y ex presidente, la fecha de caducidad de Juande, el plantón de los cuatro capitanes a su ciudad o el compromiso de Cannavaro con la Juve cuando aún sangraba la cornada con doble trayectoria de origen azulgrana. Demasiado para el «body» de este grupo, en vías de desintegración, que acudió a Mestalla con retales en la alineación, el corazón entumecido y ausentes, entre notables y realmente efectivos, como Sneij-der, Guti y Lass. Más la segunda plaza liguera garantizada y mínimas posibilidades matemáticas de besar el título. Pero tenía que cumplir y su propósito, según salió, parecía sólido... Hasta que el Valencia le arrojó al vacío.La presencia de Javi García junto a Gago no ofrecía respuestas a las necesidades madridistas y ambos, amonestados en los minutos 25 y 27, respectivamente, sucumbieron frente a Baraja y Marchena, a quienes la solidaridad de Silva, Joaquín, Mata y Villa habría de conducir tarde o temprano hasta el éxito. A la tercera (ocasión) fue la vencida. Marcó Mata. Tocó la pelota Casillas. Villa rozó la diana a continuación y acto seguido Silva, que parecía lesionado desde el minuto 23 –pidió el cambio–, hizo el segundo. También tocó Casillas, poco afortunado porque ayudó a que la pelota entrara en su portería.Con el 2-0, el Valencia creció, presionó al Madrid en la defensa, le tapaba las salidas, y César terminó la primera mitad sin padecimiento. Quizá en el descanso Juande encontrara soluciones, las que no vislumbró en la primera parte. El equipo, perdido, descolocado, sin más referente que Robben y ocasionalmente Higuaín, naufragaba en todas las líneas. Le fallaba hasta el portero, contagiado de la incapacidad de Heinze y Marcelo, en la banda-chollo de Joaquín; de Cannavaro, superado siempre por Villa; de Sergio, abrumado por Mata y Silva; de Metzelder, desbordado por los delanteros valencianistas cuando acudía a apagar fuegos en los extremos... Por no haber, ni siquiera había noticias de Raúl, tan extraviado como el equipo.A los 56 minutos recayó Silva, que sumó la quinta tarjeta, y Emery, por fin, le cambió. No era mala noticia para el Madrid, ni para el Atlético, anfitrión valencianista la próxima jornada. El canterano Míchel suplió al canario y Van der Vaart entró por Javi García. No se notó. Fue más decisiva la aparición de Pablo Hernández, en lugar de Joaquín, que centró para que Baraja, en la frontal, sin que nadie le importunara, conectara un espléndido zurdazo que Casillas sólo vio dentro.Con estos jugadores, o con otros, con esta plantilla subcampeona, al Madrid podría incluso resultarle difícil ganar los tres partidos que aún tiene que jugar. El sábado irá a Villarreal, que se juega la «Champions»; después recibirá al Mallorca, el encuentro más sencillo, y, por último, viajará a Pamplona donde Osasuna podría estar jugándose la permanencia. Incapaz de hacer sombra al Barça, le queda un calvario hasta el 31 de mayo.