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ETA utiliza cajas de caudales para fabricar las bombas y dificultar su desactivación
Los artificieros de la Ertzaintza que acudieron a examinar los restos de la bomba que, el pasado 23 de febrero destruyó parcialmente la sede del PSOE de Lazcano (Guipúzcoa), encontraron restos de lo que parecía una caja de caudales de tamaño medio. Los terroristas habían utilizado el receptáculo para meter los ocho o diez kilos de explosivo, de modo que cualquier intento de desactivar el artefacto hubiera topado con la dificultad añadida de estar en un recipiente de apertura complicada.
Según documentos que obran en poder de la Audiencia Nacional, la bomba estaba compuesta por explosivo amonitol, un multiplicador y cierta cantidad del carburante conocido como nitrometano, que iban alojados en la caja de caudales; un temporizador y un artilugio de iniciación eléctrica. Todo ello estaba en una mochila. Aunque los artificieros no hallaron restos del dispositivo utilizado para provocar la explosión, la experiencia de otros atentados indica que se trata de una Unidad de Tiempo y Energía (UTE), compuesta por un reloj digital de 24 horas y de un temporizador de seguridad, denominado «ST», con una duración entre 27 y 55 minutos. Este aparato se utiliza para mantener abierto el circuito eléctrico durante un período de tiempo que los terroristas utilizan para alejarse del lugar en el que han colocado la bomba. Si se produce algún fallo, no les pasa nada y, si todo va de acuerdo con lo previsto, el artefacto estalla a la hora programada. La utilización de la caja de caudales, al ser metálica, además de dificultar las labores de desactivación, sirve también como metralla para causar el mayor daño posible.
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