China
Éxodo en el «Lejano Oeste» chino
«Ya no estamos seguros aquí. Me marcho y no volveré», dice el chino Ying justo antes de subir al tren. Su mujer y sus hija ya están embarcadas. Asustados por la violencia étnica que ha vivido esta semana la ciudad, regresan a su aldea natal, en el sur del país, después de dos años viviendo en Urumqi. Abandonan el sueño del «Lejano Oeste», de Xinjiang, una de las regiones que más rápido crece de China y cuya locomotora económica está necesitada de mano de obra para explotar las numerosas riquezas naturales.Más de un tercio de las reservas de petróleo, gas y carbón de China está aquí, en este vastísimo rincón del gigante asiático, casi cuatro veces más grande que España. Con tan sólo 20 millones de habitantes, a Xinjiang le falta lo que sobra en el resto del país: gente.Como Ying, decenas de miles de personas, tanto uigures musulmanes como chinos de etnia han, están abandonando la ciudad estos días. El aeropuerto de Urumqi, así como las estaciones de trenes y autobuses, se convirtieron ayer en un hormiguero de gente asustada y decidida a huir.La mayoría aclara que se marcha sólo por una temporada, como Hamid, un estudiante universitario de un pueblo situado al norte de Xinjiang a quien sus padres le han pedido que regrese cuanto antes. «Volveré a tiempo para el próximo curso. No estoy demasiado asustado pero prefiero salir de aquí», explica.En la Universidad de Xinjiang, donde teóricamente se organizaron las primeras protestas, han adelantado las vacaciones para aliviar tensiones. «Lo hemos arreglado para que se vayan cuanto antes porque no podemos garantizar su seguridad», explica un miembro del comité de relaciones exteriores de este enorme campus que acoge a decenas de miles de estudiantes, tanto uigures como de etnia han. En la estación de autobuses aseguran que al menos 200.000 estudiantes han abandonado la ciudad. La oportunidad de negocio no se les escapó a las compañías de autobuses. Así por ejemplo, los billetes para viajar a Kashgar se vendían a 400 yuanes (42 euros) en lugar de a 170 (18 euros) como sucedía antes de las protestas. El trayecto del billete equivale a la mitad del salario mensual de un trabajador en Xinjiang. Las ganas de abandonar para siempre Urumqi son especialmente intensas en los barrios donde viven los inmigrantes de etnia han recién llegados, ya que los disturbios del pasado domingo se cebaron especialmente contra ellos. En una entrevista con la agencia Associated Press, el señor Zhang Quangxing exponía una razón de peso para marcharse cuanto antes de Xinjiang. «El domingo pasado los uigures asesinaron a palos a mi mujer. No sé porque debería quedarme aquí».Pekín afirma que las víctimas han doblan a las de los uiguresEl Gobierno chino ofreció ayer por fin el recuento definitivo de muertos en las revueltas. La nueva versión eleva el número de cadáveres de 156 a 184 y por primera vez se indica a qué etnia pertenece cada uno: en el comunicado se dice que tan sólo 46 son uigures. El resto serían chinos han, asesinados durante los ataques protagonizados por los musulmanes el domingo, lo que potencia la versión oficial, que carga la culpa sobre la minoría turcomana. Se trata, hay que insistir en ello, en la versión ofrecida por China, imposible de confirmar. Mientras tanto, en la ciudad se ha vuelto a decretar el toque de queda nocturno después de una nueva jornada de tensiones, esta vez originadas por motivos religiosos. Decenas de uigures han protestado en la calle al descubrir que las principales mezquitas de la ciudad habían sido cerradas. Se trata de una ofensa grave, especialmente si coincide con el viernes, día santo de los musulmanes. Estamos hablando de incidentes aislados, como el de un anciano llamado Mehmet que desafió durante más de media hora a la Policía. Lo hizo gritando y arrodillándose a rezar en plena calle. Sus plegarias fueron secundadas por otros uigures, que entonaron versos coránicos y a los que finalmente se les permitió acceder a un templo. Hubo decenas de detenciones.
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