Balón de Oro
Nostalgia de futuro
Los madridistas estamos pasando un síndrome tan extraño como indicativo del mediocre pasado que arrastramos: el síndrome de futuro. No hace falta ser Freud ni sentarse en un diván para saber que no vivimos en junio, no; estamos instalados ya a finales de agosto, con una Liga y un equipo por estrenar con trazas de constelación, dado el número de estrellas que se están barajando. Ya estamos con las neuronas de gira recreando triangulaciones entre Kaká, Ribéry y Villa que culminen con la pelota en la red. Vislumbramos a Casillas cantando «me siento seguro» y no sólo para un anuncio. Y a un Sergio Ramos concentrado y a un Ronaldo y... soñar no cuesta dinero, pero puede granjear disgustos. Vale, vamos con la cabeza más alta tras meses que nos llegaba la barbilla al pavimento. También es cierto que hay argumentos para ilusionarse. Al menos en estos momentos se sabe en qué dirección va el Madrid sin que se perciban demasiados titubeos: a ganar o, por lo menos, a disponer de suficientes mimbres y estabilidad como para intentarlo. Pero euforia, la justa. Lo que no se le puede negar al proyecto de Florentino Pérez es que, mientras cuaja, entretiene un rato. Es como coleccionar cromos y cambiar los que tienes repetidos. Sólo que sin ir al Rastro madrileño, aunque el presidente del Madrid esté manejando más billetes que yo en toda mi vida en el «Monopolio». Una delicia, tanta, que casi ni hace falta que jueguen. Que la realidad no me estropee un bonito sueño, aunque éste se haya visto turbado, ¡ay!, por la lesión de Iniesta, un jugador para enmarcar. Y es que al barcelonista yo le quiero ver deslizarse por el campo..., aunque sea para hacerle un «siete» al Madrid.
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