Literatura

Francia

Historia de una obsesión

ENSAYOGuy de Maupassant«Todo lo que quería decir sobre Gustave Flaubert»Editorial Periférica 136 páginas. 14,00 eurosPuntuación: 3/5

Historia de una obsesión
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Guy de Maupassant conoció a Flaubert en torno al 1870. Por entonces, éste tenía 51 años y era el escritor de moda en Francia: ya había publicado «Madame Bovary», «Salambó» y «La educación sentimental». Maupassant, por su parte, era un joven de unos veinte años, que componía poemas y que acudía a él para pedir consejo, pues estaba pensando en escribir su primera novela.Flaubert era un gigantón de mejillas sonrosadas, enormes ojos verdes, voz sonora como una trompeta, con un «corazón infantil y aires de ogro». Aprendió las primeras letras en casa, entusiasmándose desde muy joven con las lecturas de Chateaubriand y Michelet. Estudió Derecho en Ruán sin comprender absolutamente nada y nunca mostró gran interés por las mujeres. Cuenta Vargas Llosa en su ensayo sobre Madame Bovary que en un cajón de su escritorio guardaba unas pantuflas, un pañuelo, un mechón de cabellos, así como una ramita verde que cayó del sombrero de una de sus amantes, Louise d'Arcet, en su primera cita, y que mientras escribía «La tentación de Saint-Antoine» muchas noches interrumpía el trabajo para acariciar esos objetos en un estado de «viva inflamación». El caso es que, aunque se conozcan ésta y otras relaciones, durante toda su vida vivió con su madre, en un estado de viva inflamación, sí, pero no por las mujeres. En realidad, la vida de Flaubert es la historia de una obsesión: la obsesión por su escritura, por la cual vivió atormentado, persiguiendo la inasequible perfección; y esto es lo que nos viene a decir su discípulo Maupassant en ese precioso ensayo. En cuanto a Maupassant, nació en 1850 y también vivió muy pegado a las faldas de su madre, aunque no tanto como Flaubert, porque de vez en cuando salía de ellas para ir a dormir con prostitutas, de las que contrajo la sífilis. Cuando Flaubert lo tomó bajo su protección, le abrió las puertas de varios periódicos, le presentó a Iván Turgénev y a Émile Zola. En 1880 publica su primera gran obra, «Bola de Sebo». Emborronar y tacharLa amistad y tutela de Flaubert debió de ser uno de los acontecimientos más importantes de su vida porque «Flaubert fue, de entre todas las personas que he conocido un poco tarde en mi vida, la única por la que sentí un afecto profundo, la única cuyo cariño se convirtió para mí en una especie de tutela intelectual...». «Todo lo que quería decir sobre Gustave Flaubert» es un compendio de reflexiones de Maupassant, anécdotas, cartas, notas y esbozos del autor de «Salambó». Sin que haya ninguna revelación indiscreta sobre su persona , lo que más llama la atención es lo que cuenta sobre su sistema de trabajo, lento, escrupuloso y obsesivo. «Siempre vestido con un gorrito de eclesiástico y una amplia bata de seda», nos dice, «recorría las líneas, rebuscando las palabras, revolviendo las frases, consultando la fisonomía de unas letras junto a otras... A continuación se ponía a escribir, lentamente, deteniéndose cada poco, volviendo a empezar..., emborronando veinte páginas para acabar una, gimiendo como un leñador por el penoso esfuerzo de su pensamiento». Quien haya leído el maravilloso cuento de Flaubert «Un alma de Dios», recordará la descripción del loro de la criada protagonista, Féliciticé, un loro llamado Loulou, con el «cuerpo verde, la punta de las alas de color rosa, la frente azul y el cuello dorado...». Lo que probablemente ignore el lector es que Flaubert, llevado por este afán perfeccionista y por su prurito documental, pidió al director del Museo de Hisotria Natural de Ruán que le prestase uno de los loros que se hallaban en exhibición para poder describirlo. El exceso de trabajo, la tremenda excitación en que lo sumía un episodio o una fruslería de estilo, lo ponían en un estado de desequilibrio emocional y de ira frenética. Recordará también el lector el pasaje del envenenamiento de Madame Bovary; pues bien, la noche en que Flaubert la escribió, hubo que ir a buscar a un médico porque se había desmayado, «envenenado él mismo por el sueño de aquella muerte, con síntomas de arsénico», escribió Maupassant.«Bouvard y Pécuchet»Gustave Flaubert murió en 1880, dejando una novela sin publicar y sin haberle puesto el punto y final, «Bouvard y Pécuchet». Cuenta la historia de dos extravagantes personajes que dedican su jubilación a los estudios más inusitados (alquimia, química, geología, literatura, geología), aunque sin ninguna eficacia y aplicación práctica. Mondadori presenta ahora una nueva edición a cargo de Jordi Llovet.