Barajas
Instalaciones de vanguardia en un convento del siglo XVI
ALCALÁ DE HENARES- La Comunidad de Madrid ya tiene su segundo Parador de Turismo. Pero no se trata de una incorporación cualquiera, tal y como ha evidenciado su multitudinaria presentación, ya que el alojamiento se presenta como el nuevo buque insignia de la red pública hotelera. Y no es de extrañar, pues lo que antaño fue colegio, reformatorio e, incluso, prisión y taller penitenciario –Eleuterio Sánchez, «El Lute», fue uno de sus «inquilinos»– se ha convertido en un espectacular hotel de cuatro estrellas que colma todas las exigencias del viajero del siglo XXI. Ubicado en el Colegio de Dominicos de Santo Tomás de los Ángeles, fundado en 1529, el Parador de Alcalá toma forma en un inmueble de alto valor arquitectónico. Sin perder un ápice de historia, el nuevo alojamiento fusiona en perfecta armonía tradición y vanguardia, gracias al soplo de aire fresco que aporta la decoración moderna y atrevida de muebles y paredes. Con una superficie construida de 21.000 metros cuadrados y una zona ajardinada de 8.997 metros cuadrados, el Parador cuenta con un total de 128 habitaciones totalmente equipadas con la tecnología más puntera, como sistema de domótica que enciende y apaga las luces según las necesidades del huésped. De ellas, 111 son habitaciones superiores, dos cuádruples, cuatro adaptadas para personas discapacitadas, diez dobles especiales y una junior suite.Un jardín tallado de estética japonesa, que se excava hacia abajo dejando amplios patios que permiten dotar a las habitaciones de iluminación natural, es la apuesta arquitectónica más rompedora del Parador, obra del estudio de arquitectura Aranguren y Gallegos. Pero el punto fuerte del nuevo establecimiento es su capacidad para la organización de eventos y celebraciones, gracias a su cercanía a la capital y al aeropuerto de Barajas. Para ello dispone de doce salas dotadas con espacios diáfanos y capacidad para más de 400 personas. En el Parador también hay hueco para garantizar el descanso del huésped. Y en un espacio más que sugerente, pues el spa del hotel se encuentra bajo las bóvedas de la antigua iglesia del convento. Enormes caracolas de cristal traslúcido ocultan las cabinas de ducha y masaje. De igual modo, el claustro del Convento de Santo Tomás acoge el restaurante del alojamiento, bajo las órdenes de Julián Martín, jefe de cocina.
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