Lenguaje
La amarga vita
Se va perdiendo la costumbre o la gracia de gastar inocentadas en los periódicos, teles y radios, más que nada porque ya tenemos las noticias cotidianas como bromazo de aúpa, cuando hasta en Navidad no van a Belén los pastorcillos, sino los bombarderos. La gente está como para que le cuelguen un monigote en la chepa.
Tal vez la última gran inocentada haya sido la que le han hecho a los estupendos millonetis con el timo del dinero fácil a espuertas. Los que se consideraban miembros exclusivos en la sociedad secreta de la información privilegiada, presumiendo de ser íntimos del zorro plateado Andrés Piedrahita y compartir el caviar en sus ágapes, se han quedado con un palmo de narices y el foie a medio camino de la boca abierta, cuando tras pensar que tenían la prerrogativa de engañar, se han descubierto engañados. Menos mal que hay quien al mal tiempo le pone una perfecta sonrisa congelada, como Isabel Preysler, a la que le basta una inyección de Porcelanosa para volver a sentirse cerámica de amor y lujo. Siempre quedará en épocas duras el sueño policromado que da la felicidad.
Se van a cumplir 50 años de «La dolce vita» de Fellini en tiempos amargos, y nos preguntamos sobre la vigencia de la frivolidad sofisticada que todavía levanta ampollas. En la Fontana de Trevi está prohibido bañarse y a cualquiera que intente imitar a Anita Ekberg le meten un multón de hacer temblar el escote. El nihilismo del derroche y la liviandad de las costumbres son cada vez peor vistos, pero los «paparazzi» siguen afilando los objetivos para rascar unas perras buscando escándalos. El problema es que hay una distancia insalvable entre Marcelo Mastroianni y los líos sentimentales de un concursante de Gran Hermano. Y si me apuran, entre la elegancia oscura de Capucine y la de Tamara Falcó. El «glamour» se nos ha quedado de pronto estafado y pobre, y la fascinación por la pasta no va más lejos que un plato de spa-ghetti, porque ahora lo que está de moda no es presumir de fortuna, sino de lo pobre que uno se ha quedado.
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