Estados Unidos
La defensa surcoreanaen alerta roja
Estados Unidos y Corea del Sur elevaron ayer el nivel de alerta militar ante las insistentes provocaciones lanzadas por el régimen comunista norcoreano de Kim Jong Il. Así, los cerca de 700.000 soldados que ambos países mantienen desplegados entre el Mar Amarillo y el de Japón situaron la emergencia en el punto más alto desde 2006.
Aunque elevar la alerta era algo que se estaba barajando desde el ensayo nuclear del domingo, la decisión responde principalmente a las amenazas vertidas por Pyongyang el miércoles, cuando a través de un comunicado oficial se dio por anulado el armisticio de 1953 que puso fin a la guerra civil de Corea y se amenazó con un «duro ataque militar».
La dictadura norcoreana mostraba los dientes para protestar, a su vez, contra la reciente adhesión de Seúl a una iniciativa de bloqueo marítimo impulsada por Estados Unidos y que planea detener e inspeccionar todos los buques de carga norcoreanos en busca de armas o tecnología nuclear. Pyongyang dejó entender que su amenaza bélica se haría realidad si alguno de sus buques era detenido por un barco de guerra o patrulla surcoreana.
Aunque no es ni mucho menos la primera vez que Corea del Norte recurre a este tipo de órdagos y da por roto el alto el fuego, las muestras de militarismo desbocado exhibidas por el régimen comunista en esta última semana están empezando a inquietar al Ejército surcoreano y a los cerca de treinta mil soldados estadounidenses que les apoyan para contener uno de los últimos frentes que aún siguen abiertos desde la Guerra Fría. Corea del Norte mantiene en filas a un millón de soldados, aproximadamente, aunque se desconoce el nivel de operatividad de la mayor parte de su armamento, procedente de diseños rusos de los años 60 del pasado siglo.
Los diarios surcoreanos informaron ayer de algunos preparativos adicionales por parte del Ejército. Según fuentes de defensa, se han preparado baterías de artillería para contener un ataque en la frontera marítima en disputa al oeste de la península. Pero la mayoría de los analistas no creen que la sangre vaya a llegar al río e interpretan el episodio como una nueva fanfarronada de Kim Jong Il que podría causar, a lo sumo, alguna escaramuza naval como ocurrió hace cinco años.
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