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La historia congelada del 23-F

La historia congelada del 23-F
La historia congelada del 23-Flarazon

Bien pensado, no es extraño que un novelista como Javier Cercas escriba sobre el golpe de Estado del 23-F. Tampoco lo es que no sea una novela, sino que utilice un género que se podría defenir así: no soy un periodista, no soy un historiador, pero escribo sobre un suceso que ha marcado nuestra historia reciente, no desde la ficción, sino desde la realidad y, sin embargo, todo acaba pareciendo ficción porque los libros se cierran con un punto y final, que también puede ser el principio. Sobre todo, si es éste: «Eran las doce en punto de la mañana de un martes helado y brumoso, acababan de transcurrir las diecisiete horas y media más confusas y decisivas del último medio siglo de la historia de España y el golpe del 23 de febrero había terminado». Pero, ¿qué importan las brumas de una mañana helada de febrero cuando se ha dado un golpe de Estado? A Javier Cercas siempre le ha preocupado la realidad desde el punto de vista literario, o qué hay de cierto en lo que cuentan los escritores. Como si el ejercicio de la ficción comportase un acto pueril y algo ridículo cuando ya ha llegado la hora de hablar de cosas de verdad, de historias y vidas que han sucedido. En «Soldados de Salamina» (2001), libro que por el número de lectores, ediciones, aceptación de la crítica y premios le situó con bastante rapidez en un lugar privilegiado de la narrativa española, se propuso contar una «historia verdadera», narrar un suceso que nos liberase de la impostura y nos obligase a una racionalización del lenguaje, pero con la complicidad de un lector que siempre leerá una historia inventada, de manera que ambas, ficción y realidad, al cruzarse, se sobrepongan la una en la otra en un eclipse. «No hay novelista que no haya experimentado alguna vez la sensación presuntuosa de que la realidad le está reclamando una novela, de que no es él quien busca una novela, sino una novela quien lo está buscando a él», escribe ahora en un prólogo titulado «Epílogo de una novela». Podrá comprobarse cómo el autor siempre se moverá en esa duda. Una historia verdadera El manejo de información y libros durante años de trabajo -con algunas interrupciones- sobre el 23-F le permitió comprender todo lo que es comprensible de aquella historia, aunque algún hallazgo le obligó a cambiar su orientación. Por ejemplo, el libro de Jesús Palacios «El golpe del CESID» (2001), que admite ser el «cimiento histórico de mi novela», le marcó un nuevo camino, porque era una historia tan perfecta que en sí era una ficción: un militar de los servicios secretos monta un golpe para desmontarlo luego. Fue hace un año cuando decidió que «la única forma de levantar una ficción sobre el golpe del 23 de febrero consistía en conocer con el mayor escrúpulo posible cuál era la realidad del golpe del 23 de febrero». El libro se titula «Anatomía de un instante» y está editado en la colección literaria de Mondadori, no en la de ensayo o historia, lo que explica el pacto que quiere fraguar con el lector: Os cuento la historia de un suceso real. Es más: voy a contar por primera vez la historia de un golpe de Estado que todavía no ha escrito su generación y al que los lectores de novelas no suele interesarle porque en su imaginario no entran ni guardias civiles ni militares ni políticos que fumaban». Claro que este libro tiene que ver con una revisión de la transición política. Cercas es claro: «No veo ninguna razón para que quienes por edad no intervinimos en aquella historia no debamos celebrarlo». Parece que Cercas quisiera completar la historia que nos contó en «Soldados de Salamina»: si hay hombres anónimos que veranean en cámpings de tercera categoría que lucharon contra el fascismo en España, en Francia y en toda Europa, quizá sea ahora el momento de hablar del golpe del 23 de febrero, un capítulo de nuestra historia sobre el que se ha levantado una épica ciudadana que no se recordará por sus héroes. Aquí aparece la imagen que, confiesa Cercas, le ha movido a escribir esta historia. La hemos visto decenas de veces; él, muchas más, obsesivamente: la de Alfonso Suárez sentado en el banco azul, solo e inmóvil mientras el resto del Gobierno y de diputados están en el suelo, menos uno: el general Gutiérrez Mellado, que literalemnte se ha enfrentado a los guardia civiles. Otro diputado se mantiene también impertérrito. Es Santiago Carrillo, pero, como el gesto del general, dice Cercas, «son diáfanos, son agotables, explicables, inteligibles». Son dos supervivientes de aquella guerra. Pero el gesto de Suárez... Como en «Blow Up» de Antonioni, Cercas mira una y otra vez esa grabación buscando las claves de la imagen que parece marginal en una escena en la que sólo hay un gesto: aunque Tejero es sólo un grito. «Un gesto -escribe- que no contiene nada, pero a través del cual, como a través de un vidrio, sentimos que podríamos verlo todo». «Anatomía de un instante» es un libro denso en información, pero bien administrada sin primar ninguna de las hipótesis que movieron a la intentona. Evita la literatura, como suele decirse -que ya es evitar-, las descripciones empleadas en el periodismo de investigación (describir cosas que no se han visto), y llega a esbozar alguna conclusión política: el golpe no triunfó, «pero a corto plazo algunos objetivos políticos de los golpistas parecieron cumplirse». Y triunfa Borges, dice Cercas: «Cualquier destino, por largo que sea, tiene un instante».