Agricultura
La Ley de Costas o cuando lo mejor es enemigo de lo bueno
El celo de la ministra de Medio Ambiente en aplicar la literalidad de la Ley de Costas promulgada en 1988 está causando fuertes quebraderos de cabeza a propietarios de viviendas, hosteleros e, incluso, a diferentes gobiernos, tanto extranjeros como de comunidades autónomas. La cuestión central es que la ministra Espinosa quiere eliminar todo tipo de edificación a menos de 100 metros del mar, salvo las ya construidas en suelo urbano. Entre las construcciones afectadas y sobre las que Medio Ambiente ha puesto su ojo fiscalizador están los populares chiringuitos playeros, algunos de los cuales tienen más de 60 años de existencia, aunque la mayoría florecieron con el boom turístico de los años 60 y 70. Sería imprudente criticar a la ministra por aplicar la ley, pero también es temerario imponer una norma que choca contra el sentido común y provoca tanta contestación. El hecho de que el Gobierno la reformara de manera encubierta hace pocas semanas para no alarmar a los turistas extranjeros que son propietarios demuestra sus serias deficiencias. Tampoco tiene sentido alguno la eliminación indiscriminada de 4.000 chiringuitos, que emplean a 60.000 trabajadores y que mueven 900 millones de euros anuales. Cuando lo mejor es enemigo de lo bueno, lo sensato es aceptar la realidad, aunque no sea perfecta.
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