Berlín
Las jóvenes promesas de la música clásica piden paso
V ladislav Kozhukin tiene sólo 18 años, pero sus dedos llevan acariciando las teclas de un piano desde los seis. Fueron su madre, pianista ya fallecida, y su padre, director de coro, los que le inculcaron a él y a su hermano Dennis el amor por la música. A este ruso lo caracteriza la precocidad: «A los diez años toqué mi primer concierto y desde hace dos estudio con una beca en la Escuela Superior de Música Reina Sofía», explica sonriente Vladislav, que gracias a su estancia en la capital habla un español casi perfecto. Asimismo, ha sido ganador de diversos galardones, como los primeros premios en concursos de piano y música de cámara en Italia en 2000, y Alemania y Bulgaria en 2002. «Un honor» Él y su hermano, también pianista, son dos de los cien jóvenes que participan en Santander en el Encuentro de Música y Academia, organizado por la Fundación Albéniz que dirige Paloma O¿Shea. Vladislav tiene además el privilegio de ser la única persona que ha tocado, tras su estreno mundial en Madrid, la versión que ha realizado Florian Noack del «Romeo y Julieta» de Tchaikovsky, «todo un honor», asegura. ¿Echa de menos su Rusia natal? «No; en España tengo una familia, la musical». Este Festival, uno de los más importantes de su clase a nivel internacional, nació hace nueve años con la intención de convertirse en una suerte de máster musical acelerado para sus participantes. La idea es sencilla: el director artístico, Peter Csaba, realizó audiciones por toda Europa buscando cien músicos jóvenes -sus edades oscilan entre los 17 y los 32 años- para invitarlos a Santander. Allí los elegidos, que por méritos propios están considerados como los más talentosos del continente, están viviendo, del 29 de junio al 25 de este mes, una intensa experiencia que combina la actividad académica con la artística y que no les deja un solo día de asueto. Los alumnos reciben clases magistrales por las mañanas en el Conservatorio Profesional de Música Jesús de Monasterio de la mano de quince maestros de renombre internacional, como Zakhar Bron (que imparte clases de violín) e Isabel Charisius (cuartetos de cuerda). En estas sesiones se pone especial hincapié en los grupos de cámara, los ensayos de orquesta y el estudio individual en las cabinas. La atmósfera es distendida, pero los errores no son admisibles. Así, una vez el maestro ha escuchado la pieza interpretada por sus alumnos (que se tocará en un inminente concierto), pone de manifiesto todo aquello que debe mejorarse. Cada nota, acorde y mínimo detalle son susceptibles de revisión. Es el caso de Hanjörg Schellenberger, profesor titular de la Cátedra de Oboe en el Reina Sofía. Sus meticulosos consejos («al tocar respira con el estómago y mantén los hombros relajados», «controla las bocanadas del aire o sufrirás», le decía a una alumna colorada por el esfuerzo tras una pieza) son claros y útiles. La faceta artística se desarrolla por las noches. El público cántabro disfrutará de 63 conciertos, cuyo arranque se produjo el 5 de julio, cuando la Orquesta Freixenet del Encuentro -creada en un tiempo récord de tres días por Csàba- interpretó el «Don Quijote» de Strauss. Del total, una treintena de las audiciones tendrán lugar en el Palacio de Festivales y el de la Magdalena, en Santander, y las restantes en teatros e iglesias de localidades relevantes, como Comillas, Santoña, Potes y Santillana del Mar. Las piezas interpretadas, que superan las dos centenas, no repiten las de años anteriores. Uno de cada cinco, español Los alumnos proceden de prestigiosas escuelas como la Royal Academy of Music y Royal College of Music (Londres), Conservatorio Superior de Música y Danza (París), Escuelas Superiores de Música Hanns Eisler (Berlín) y Reina Sofía (Madrid), las Academias de Música Ferenc Liszt (Budapest), de Artes Escénicas (Praga), Sibelius (Helsinki) e Instituto Superior de Cámara de Madrid. En el Encuentro pueden ensayar hasta diez horas diarias. «La música acaba convirtiéndose en tu forma de vida», afirma Paloma Domínguez, integrante del trío de viento D¿Anches, y que ya estuvo en la edición anterior. «Gracias a este Encuentro los conciertos se convierten en algo normal. Dejan de darte miedo», explica esta clarinetista licenciada en la carrera de música, que comprende catorce años. Sin embargo, a pesar de la juventud de los participantes, opina que es «casi imposible» que acudan espectadores de su edad. «Si no es por tradición familiar o por ¿hobbie¿, es difícil que les interese la clásica», concluye.
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