Museo Reina Sofía
«Las Meninas» en un boceto
La incorporación de una nueva obra a las colecciones del Museu Picasso es una magnífica noticia, pero lo es más aún cuando uno comprueba que la pieza es una pequeña joya, una piedra Rosetta que ayuda a descodificar el enigma que rodea la intepretación que el genio malagueño hizo de la mejor de las telas de Diego Velázquez. Me obsesionan «Las Meninas» picassianas desde siempre. Parece una obra sencilla en su realización, pero en ella hay un misterio mágico: el del enfrentamiento cara a cara entre dos genios andaluces. Uno puede pasarse horas y horas contemplando el lienzo de Picasso y comprueba que en cada centímetro, en cada uno de los rincones del cuadro -con un cromatismo prácticamente idéntico al de «Guernica»- hay un lirismo pictórico prácticamente inédito cuando se emplea el derecho de cita. Gracias al boceto uno puede constatar «de que callada manera se adentra» Picasso sonriendo. Uno puede pensar que Velázquez es sufrir, es risa fría y llanto. Pero Picasso humaniza aún más todo eso, como el niño travieso que retoca todo aquello ya amarillento por el paso del tiempo. Ahora la duda es intentar responder a una pregunta: qué más nos queda por saber de todo ese fenómeno picassiano de infantas pequeñas observadas por un rey que perdía su imperio. Algo de todo eso se vislumbra entre las paredes del museo de la calle Montcada. Su visita es tan obligada como necesaria.
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