El pontificado de Francisco
Las misiones y los niños
Estos días se está llevando a cabo una gran campaña entre los niños, con el lema «todos somos misioneros», tendente a despertar progresivamente en ellos una conciencia misional universal y a guiarlos hacia una comunión espiritual y material con los niños de las regiones y de las iglesias más pobres. Se trata de descubrir a los niños su ser misionero, como corresponde a todo bautizado, según su edad y posibilidades; o lo que es lo mismo, cultivar en ellos la dimensión misionera que corresponde a toda la Iglesia, como su identidad y gozo más profundo. Así se educa a los niños en la dimensión misionera de la fe y en el amor universal: a través de la información, los niños son sensibilizados a las realidades de los territorios de misión; mediante la oración, la plegaria y los sacrificios por las misiones y mediante ayudas materiales para compartir, al alcance de los niños, éstos van cooperando en la obra misionera de la Iglesia, identificándose con ella y cultivando la vocación a la misión universal. De esta manera, se desarrolla y fortalece en los niños el sentido misionero que tiene la vocación cristiana en su más pura entraña; ellos se sienten así y son también misioneros. Ellos, al sentirse misioneros, nos recuerdan a los mayores, a toda la comunidad eclesial, nuestra responsabilidad en la misión evangelizadora que Jesucristo nos ha confiado. Desearía poder llegar a todos los pequeños cristianos, pero de corazón grande y generoso, y pedirles que acojan este mensaje de ser misioneros y que lo difundan con el calor, la libertad y la generosidad que les caracteriza. ¡Cuánto bien haríamos si los educadores -padres y madres, catequistas, maestros cristianos y sacerdotes, comunicadores- cultivásemos el espíritu misionero en los pequeños y los asociáramos de alguna manera y a su alcance a la gran obra misionera de la Iglesia, su razón de ser y su dicha más profunda! Me gustaría, desde esta página de opinión, invitar a todos los niños a que, siguiendo a Jesús, sean testigos de Dios vivo y de fe en Él, testigos de esperanza, testigos de una humanidad nueva, fraterna y solidaria, universal por encima de barreras y fronteras, testigos de Jesús, que es fuente de alegría, de amor y de amistad para todos. Me gustaría decirles a todos: «¡Niños misioneros, en vosotros está la esperanza! ¡Adelante! Que nadie os gane en generosidad para con los niños del Tercer Mundo, que carecen de casi todo. Que nadie os supere en ardor misionero. Abrid de par en par las puertas de vuestro gran corazón a Cristo y dad cabida y cobijo de hogar y amistad a los niños de los países pobres de misión y que todavía no tienen la dicha de conocer y ser amigos de Jesús. Que nadie os aventaje en rezar por las misiones, porque Dios escucha, sobre todo, las oraciones de los niños, como vosotros! Demostrad a los mayores cómo se puede trabajar por las misiones, ser misioneros. Decidles a los jóvenes que ellos también pueden ser misioneros y que serán muy felices si se deciden a serlo. En vosotros, niños, está el futuro de un mañana vivo de la Iglesia, enviada a todos los pueblos para anunciar la buena Noticia de Jesús, amigo y salvador de todos los hombres y mujeres de la tierra. En vosotros, queridos amigos, está un futuro grande y lleno de luz y de vida para todos los pueblos con la luz del Evangelio, el gran ¿sí¿ de Dios a una humanidad nueva, y a una nueva civilización del amor. ¡Gracias por escucharme! Vosotros también podéis ser, sois ya, misioneros».
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