Miami
Los hijos de Junior le piden 300000 euros para cada uno de herencia
«Mis hijos quieren verme dormir debajo de un puente», asegura Junior, no sé si dramatizando, echándole humor o plasmando una triste realidad familiar. Durante el juicio celebrado para lograr que el filipino reparta la herencia de Rocío Dúrcal a sus tres hijos, la cosa tiró a folletín hispanoamericano. No se besaron, evitaron saludarse y hasta mirarse, aunque el atribulado, pero agarrado padre, no dejaba de lanzarles cariñosos ojeos, porque su posición se lo permitía. Carmen Morales y su hermano Antonio, parece que el más necesitado de recibir el legado materno, sonrieron con aire de triunfo al ver a su padre desconcertado.
Junior se refugió en el «no sé» o «no me consta», especialmente cuando salió el tema de los presuntos cinco apartamentos en Miami, cuentas corrientes en las islas Caimán, varios terrenos en Andalucía y las joyas que Junior no regala a Carmen y Shaila Morales, a pesar de que ya tienen edad y posibilidades de lucirlas. Se escuda en que «ellas no poseen una caja fuerte, es mejor conservarlas como hasta ahora».
Documentos ante el juez
Es un argumento que hiere a las hasta ahora prudentes, educadísimas y guapas hijas de una madre que no merecía semejantes honras fúnebres. Es lo del muerto al hoyo y el vivo al bollo. Los chicos solicitan 300.000 euros para cada uno al calcular el dinero que hay más o menos encubierto. Como Junior lo olvidó o no está enterado –incluso repasó ante el juez varios documentos, parece que irrefutables, que certifican cuanto dicen y reclaman–, argumenta eso de que sus hijos quieren verle debajo de un puente como si fuese émulo de Carpanta.
Nadie como la descendencia para estar al corriente de cómo y de qué manera invirtió Rocío: Carmen y Shaila llegaron a formar parte de su coro y sabían el número de conciertos, actuaciones y caché. Cuando en los 80 la Jurado cobraba 800.000 pesetas, ella ya rondaba los tres millones. Trabajó incesantemente, logró nombre y patrimonio, y ahora los suyos discuten y regatean. Junior arguye que, para pagar el dinero que le reclaman, tendría que desprenderse de su casa valorada en 600 millones de pesetas. Aunque no la habite, porque se ha instalado con su madre para atenderla, retiene lo que es suyo. En cuanto a las joyas, explica que «se las regalé a Marieta con mi trabajo».
La actitud de sus hijos es sorprendente, casi tanto como las inexplicables idas y venidas de Magdalena Álvarez al recibir el merecido Premio Limón en el Hotel Mirasierra Suites, un festorro que lo mismo premió a doña Mercedes Junco por su entrega al «¡Hola!» que fundó, que sirvió para chalanear con marcas de zumo. Aquello parecía una empobrecida almoneda reforzada por Juncal Rivero y Paquita Torres, que son, componen y se han convertido en el pan nuestro social de cada día. Lo que hay que ver.
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