Música

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Madonna saca músculo

La ambición rubia se quedó lejos de llenar el Vicente Calderón, pero ofreció un «show» que trasciende lo musical y pasa a engrosar los archivos de la historia del pop

La cantante mostró su actitud de la niña rebelde que siempre ha sido
La cantante mostró su actitud de la niña rebelde que siempre ha sidolarazon

Si algo está dejando claro Madonna con su «Sticky & Sweet Tour» es que no quiere que su reinado sea un monumento a la nostalgia, sino un espectáculo que reconstruye los éxitos del pasado y no renuncia a sus temas más recientes, los del infravalorado «Hard Candy». Es más: no sólo no aparecen en puestos de relleno, sino que juegan un papel decisivo en el concierto. Primero con «Candy shop», poco después con «Beat goes on», aún más tarde con la trepidante «She's not me» (sumando a su casillero un teatral beso a una de las bailarinas, después de desfilar ante distintas imágenes de sí misma) y en el tramo final con «4 minutes» y la rompepistas «Give it 2 me» como último capítulo de un show que trasciende lo musical y pasa a engrosar los archivos de la historia del pop.Madonna, a sus casi 51 años, se permitió el lujo de salir airosa de todas las comparaciones posibles, ya sea con compañeros de generación o con aspirantes a divas que tienen en la ambición rubia el mejor espejo en que mirarse. Si hablamos estrictamente de música, a este concierto le falta contenido (del mismo modo que Madonna no anda sobrada de voz), al menos en el sentido de que se atasca en ciertos momentos, sobre todo en la tercera de las cuatro partes de este espectáculo, cuando aparecen «Spanish le-sson» (que introdujo con un celebrado «estoy caliente»), «La isla bonita» y «You must love me», dando entrada a influencias españolas y de la cultura romaní que no son más que un pastiche. Es el único borrón dentro de dos horas de entrega absoluta, despachando éxitos en sus versiones más discotequeras («Music», «Vogue», «Frozen» y «Ray of light»), porque lejos de levantar el pie del acelerador, con los años ha ido subiendo varios peldaños en su afán por reinventarse y ser tan moderna como la que más.Si además de la música nos fijamos en toda la parafernalia que rodea esta gira, lo que encontramos es un fabuloso ejemplo de concierto total. Una hedonista montaña rusa en la que su conductora se cambia de vestuario una y otra vez: femme fatale, dominatrix, retro-diva, rockera del siglo XXI, pop-star o bailarina urbana, exhibiendo dotes gimnásticas (está en un esplendoroso estado de forma, sacando músculo a la menor ocasión) y saltando a la comba como la niña rebelde que siempre ha sido, con imágenes de la obra de Keith Haring como colorido telón de fondo mientras sonaban «Into the groove» y «Dress you up».La guinda: «Like a prayer»Madrid vibró con ella, aunque se quedó lejos de llenar el Vicente Calderón, y eso que llevaba 19 años sin pisar la capital. Hubo algún momento de bajón («Devil wouldn't recognize you»), pero los últimos 20 minutos fueron irreprochables, empezando por la esperada «Like a prayer», con la que Madonna llevó al clímax esta ceremonia de pop masivo y pegajoso, poniendo la guinda a un espectáculo que está, a pesar de los patinazos, por encima del bien y del mal.