Escritores
Mi marca en tu argumento
Cuentan que el joven y atractivo Marlon Brandon, todo músculos en «Un tranvía llamado deseo», hizo mucho más por que se pusieran de moda las camisetas que cualquier campaña publicitaria. Una simple prenda de ropa interior empezó a considerarse sexy, y las marcas de ropa pudieron abrir un nuevo y potente mercado. Mucho antes, las tabaqueras sabían el poder de Valentino, Bogart y tantos otros cuando encendían un cigarrillo mostrando bien la cajetilla para que se viese la marca.¿Quién no recuerda los coches o el apartamento que se regalaban desde los primeros tiempos del «Un, dos, tres»? Por no hablar del auténtico muestrario de marcas que salía en «Farmacia de Guardia» o «Médico de Familia», serie en la que incluso se llegó a quemar la casa en un «accidente» que curiosamente coincidió con la apertura de Ikea en Madrid, lo que permitió que varios capítulos después la familia volviese a un hogar «redecorado» totalmente con el reconocible estilo sueco.El «product placement» o emplazamiento de productos es tan antiguo como el cine y la televisión, pero hasta ahora goza de un peculiar e insólito vacío legal. Lo que permite que convivan los casos anteriores algunas pocas multas por publicidad encubierta (apenas 39 en cinco años), como la impuesta a Telecinco porque en «Yo soy Bea» salió Marina d'Or entre frases como «Me han dicho que aquí te dejan como nueva».Lo evidente es que una de las tendencias más claras de la publicidad es la de integrarse cada vez más en los contenidos, hasta resultar cada vez más complicado determinar dónde empiezan y acaban los anuncios. Si además hay estudios que aseguran que el emplazamiento de productos resulta entre un 50 y un 100% más eficaz que los spots, la apuesta parece clara. ¿Cuánto costaría una campaña de turismo que lograse el impacto internacional de «Vicky, Cristina, Barcelona», que casi podría definirse como un emplazamiento de película en una ciudad?Al parecer, la nueva Ley Audiovisual que quitará la publicidad de TVE también sentará las bases legales del emplazamiento de productos y la publicidad encubierta, adaptando la normativa europea. Pero seguramente las fronteras seguirán estando muy difusas, por las dificultades de probar que se ha cobrado porque alguien conduzca un coche determinado, llame con el último iPhone, los amigos le llamen «Pagafantas», o convierta su salón en la República Independiente de su Casa.
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