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Suecia

«Mi vampira no es malvada»

El sueco habla de su aplaudida «Déjame entrar», sobre una niña chupa sangre enamorada

La Razón
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Cuando oye que su filme parece una versión «hard» de «Crepúsculo», sonríe y se mira los calcetines. Uno es verde, el otro rojo. Y él nació en Suecia, como Ikea.

Terrible y poética, una niña vampiro que mata sin maldad y un adolescente acosado en la escuela inician una peligrosa relación. Y están solos en este estraño, notable filme. –¿Cómo era Estocolmo en 1982 pa- ra que Ajvide Lindqvist, el autor de la novela que adapta su filme, ambientase allí la historia? –Los suburbios de cualquier ciudad poseen una apariencia concentrada, y el lugar donde se desarrolla el filme es representativo de Suecia, porque no participamos en la II Guerra Mundial y, cuando acabó, el país se enriqueció. Teníamos entonces interés por la ingeniería social. Construyeron un metro que llegaba a las afueras y, alrededor de esas estaciones, pequeñas comunidades, justo lo contrario que suele ocurrir... Cuando el hombre intenta crear algo utópico no funciona como pensó. Son lugares grises y algo aburridos, pero poseen una belleza extraña.–¿Existen en las relaciones amorosas algún componente caníbal? Me refiero en un sentido metafórico.–Umm... (y Alfredson piensa y piensa). En Francia dicen que «Los extremos se tocan» (también los españoles), y aquí hay dos marginados distintos con algo en común. Puede que sí, que tengas razón. De hecho, durante las épocas de crisis aumenta la reproducción humana...–La película es fuerte, y no hablo sólo de la sangre. ¿No le asustó rodar alguna que otra escena? –No, porque posee mucha verdad, se trata de una cinta muy íntegra.–Se habla ya del «remake» americano... ¿Y eso, le da más miedo?–(El educado sueco sonríe un poquito). Sí, no sé si quiero verla... Lo que cuenta es fácil de romper cuando eres crítico con la trama. –En «Déjame entrar» quizá haya otra lectura sobre un tipo de violencia de puertas adentro más común en la Europa del norte. –Posiblemente. Resulta por ello significativa la imagen de las manos de los niños que se tocan a través del cristal. Estando cerca, algo los separa, como sucede con otros seres. Y al pasar ciertas cosas en el filme siempre vemos a un adulto cerca que mira hacia otro lado... Asimismo, el silencio está tratado en tanto la manera en que los suecos nos comunicamos, de ahí que sea un personaje más del filme.–¿Y qué simboliza para usted el vampirismo?–Tradicionalmente se relaciona con la sexualidad. La chica no es malvada, sino una criatura que debe actuar de esa forma. El niño está furioso, no puede contarle a nadie lo que pasa. Entonces la conoce, y ese rencor toma cuerpo.–¿Siente piedad por alguno de los dos protagonistas?–Por supuesto. Son dos lados de una misma persona. Y a mí me gusta esa persona.