Asturias

Por la libertad contra el miedo

La multitudinaria manifestación de Bilbao ilustra el cambio de ciclo en el País Vasco

La Razón
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El funeral por el policía Eduardo Puelles, presidido ayer por los Príncipes de Asturias en Bilbao, fue mucho más que una dolorosa despedida a un servidor de la comunidad asesinado por ETA, con toda justicia calificado de héroe por su hermano. Por primera vez se han visto gestos y señales que nunca antes se habían dado. Como, por ejemplo, que el féretro, cubierto con la bandera de España, fuera portado por miembros de los distintos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad: Guardia Civil, Policía Nacional, Policía Local de Bilbao y Ertzaintza. Pocas imágenes como ésta son capaces de transmitir con tanta nitidez la unidad de todos contra ETA. Imagen que sumada a la del Parlamento de Vitoria, también inédita, condenando de forma unánime el asesinato, atestigua un cambio esencial en el País Vasco. Tampoco pasó desapercibido que un ertzaina retirara de la plaza de Arrigorriaga, en medio del aplauso de los congregados, el retrato de un preso etarra; ni que la bandera nacional y la ikurriña ondearan juntas a media asta en la fachada de la Cámara vasca, lo que nunca antes había ocurrido. El cambio de Gobierno en el País Vasco, después de treinta años de asfixia nacionalista, está propiciando que los ciudadanos se sacudan el miedo, levanten la cabeza y planten cara a los matones. Ayer se pudo observar a través de la televisión vasca, que retransmitió en directo una manifestación contra ETA, que la resignación y la congoja del llanto, que tanto han pesado en otras concentraciones, están cediendo a actitudes más activas y a la determinación de «acabar con ellos». Ha sido la viuda de Eduardo Puelles la que, con una entereza sobrecogedora, sintetizó el espíritu que presidió la multitudinaria manifestación de ayer en Bilbao: «Si creen que pueden con mi marido, se equivocan, porque como mi marido hay otros muchos policías». Ese valor, esa resolución inquebrantable y esa fe en que los asesinos serán borrados del mapa y se pudrirán en la cárcel han empezado a aflorar sin complejos ni temores en las calles vascas. En la capital bilbaína se hicieron realidad ayer los populares versos del guipuzcoano Gabriel Celaya, «¡a la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo!». El lendakari López, apoyado por un PP que lidera con gran altura de miras Antonio Basagoiti, está llamado a catalizar esa reacción general contra los asesinos, su brazo político y sus cómplices sociales que justifican la limpieza étnica e ideológica. Es deseable que a esa reacción de coraje cívico se sumen los nacionalistas del PNV, cuyo concurso es fundamental para desligitimar a los independentistas del coche bomba y el tiro en la nuca. Sería muy lamentable que, tras su higiénica salida de Ajuria Enea, no revisaran sus postulados morales y políticos, y persistieran en esa equidistancia entre víctimas y verdugos que han mantenido durante tres décadas y casi mil muertos. Desde luego, no fue ése el mensaje que las decenas de miles de personas transmitieron en Bilbao, agrupadas tras una pancarta con el lema adecuado: «Por la libertad». No cabe duda de que ha empezado una nueva etapa en el País Vasco con la certeza de que la derrota de los terroristas está más cerca y es mucho más clara. En medio del dolor, aparecen signos de esperanza; en la hora del adiós al último caído, héroe y víctima, se oye de nuevo el clamor de la calle; pese al brutal asesinato, se abre paso la liertad y retrocede el miedo. Aunque no conviene alimentar idílicas expectativas ni resultados inmediatos, una cosa es clara: se está en el buen camino para «acabar con ellos».