Ferias taurinas
Puerta grande para Adrián Gómez
Se lidiaron reses de Capea, Victoriano del Río, El Ventorrillo, Ponce, La Campana, Daniel Ruiz y Guadalmena, desiguales. Lleno de «no hay billetes».Diego Ventura, rejonazo (dos orejas);Joselito, pinchazo, buena estocada (dos orejas); El Fundi, pinchazo, estocada, aviso, descabello (dos orejas); Ponce, media, aviso, descabello (dos orejas);Morante, estocada, tres descabellos (dos orejas); El Juli, estocada (dos orejas); Escribano, pinchazo, estocada (oreja).
Hay un lenguaje que va mucho más allá que las palabras, el de los sentimientos. Aquél es capaz de unir a miles de personas sin necesidad de levantar la voz. A veces una expresión quebranta las emociones y ayer se desbordaron todas en un juego de fogonazos, resuelto con la armonía de una gran familia unida para apoyar a Adrián. Ya en el patio de cuadrillas se vivieron momentos intensos. Se preveían. Llegó Adrián acompañado de Sandra, su mujer. No le faltaba al torero una sonrisa para ocultar la emoción, y el nerviosismo, que crujió cuando cruzó el portón e hizo el paseíllo en su silla de ruedas hasta el mismo centro del ruedo. Catorce mil personas le ovacionaron. No había palmas más sinceras. Estaba el banderillero por primera vez en una plaza desde que un novillo le cogiera en junio y le dejara para los restos una tetraplejia severa.
A solas con el público
Le acompañó su familia taurina hasta el centro del redondel, los compañeros de viaje, de sufrimientos y de desvelos, hoy dispuestos a todo para demostrarle que no está solo en la desgracia, que «Adrián somos todos». Quiso El Fundi, expresividad donde la haya, que le dejaran a solas con el público; quiso José Pedro que Adrián, a través de los brazos de Sandra, recogiera la sincera ovación que le tributaban, y así, entre lágrimas, no tristes sino emocionadas, se trasladaron al palco desde donde Adrián y Sandra recibieron los brindis.
Y la Fiesta se conjuró para que además de buenas intenciones hubiera toreo toreo, del bueno.
Sentó cátedra Joselito. Por verónicas lo bordó y por chicuelinas al paso llevó al caballo al astado. Muleta en mano tuvo el aplomo de años ha, como si no hubiera pasado el tiempo, y eso que el de Victoriano no llegó a enterarse de que tenía delante a un torerazo sólo por un día y debía ser un bendito. El Fundi, artífice del festival, lo entregó todo para que las cosas rodaran antes y durante el festejo. Y fue un éxito, un gran éxito para su banderillero Adrián, al que brindó, como todos, la lidia de su antagonista. Disfrutó El Fundi con el de El Ventorrillo, al que cuajó también con el capote. La torería de Morante se alió con un astado de La Campana que quiso embestir y entonces el toreo fue gloria. Ya había puesto aquello del revés con las banderillas.
El Juli mantuvo el nivel ante un astado de Daniel Ruiz, con el que se pegó un arrimón, y Ponce puso todo de su parte ante un apagado ejemplar de su divisa. Cumplieron con creces el novillero Escribano y Diego Ventura, que abrió plaza.
Casi tres horas de festejo para calmar los ánimos de 8 meses de sufrimientos. El objetivo estaba cumplido: todos somos Adrián, el toreo entero fue Adrián. En esencia. Y Adrián se fue de la plaza con los suyos, los toreros. Entre ovaciones y con la sensación de que la Fiesta ante la desgracia tiene un alma única. Para refrescar la memoria, la Fila 0 (0030 8128630000302271), porque Adrián merece que se le tienda la mano para siempre. Y esta puerta grande sea eterna, que duro ya le ha pegado el toro, y la vida.
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