Jerusalén
Benedicto XVI: «Que Jerusalén sea la ciudad de la paz»
Benedicto XVI visitó ayer los lugares santos de las tres religiones: la mezquita de la Roca, el Muro y el Cenáculo.
Por primera vez en la historia, un Papa celebró una misa al aire libre en Jerusalén con la participación de unos seis mil fieles. El lugar no podía ser más sugerente: el Valle de Josafat, junto al Huerto de los Olivos, en el que Jesús sufrió la agonía antes de la muerte. La misa se convirtió en la manifestación de apoyo de la Iglesia universal a los sufridos católicos de Tierra Santa y en una reivindicación ante las autoridades para que eviten su éxodo. «Quiero reconocer las dificultades, la frustración, la pena y el sufrimiento que tantos de vosotros habéis sufrido a causa de los conflictos que han afligido a estas tierras» –dijo el Papa– «y también las amargas experiencias del desplazamiento que muchas de vuestras familias han experimentado y –que Dios no lo permita– todavía pueden experimentar», afirmó junto a la muralla de Jerusalén. El patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud Fouad Twal, al inicio de la misa, describió la situación en que viven los católicos de Tierra Santa. El Papa deseó que su presencia «sea un signo de que vosotros no sois olvidados, que vuestra perseverante presencia y testimonio son preciosos a los ojos de Dios y son un elemento del futuro de estas tierras», afirmó.No al éxodo de los cristianos «Precisamente a causa de vuestras profundas raíces en estos lugares, vuestra antigua y fuerte cultura cristiana, y vuestra perseverante confianza en las promesas de Dios, vosotros, cristianos de Tierra Santa, estáis llamados a ser no sólo un faro de fe para la Iglesia universal, sino también levadura de armonía, sabiduría y equilibrio para la vida de una sociedad que tradicionalmente ha sido, y sigue siendo, pluralista, multiétnica y multirreligiosa», exhortó. El Papa lanzó un enérgico llamamiento para que se evite la emigración de los cristianos de Tierra Santa. Según datos de la Custodia de Tierra Santa, en 1946, dos años antes de la fundación del Estado de Israel, la comunidad cristiana de Jerusalén contaba con 31 mil miembros; el 20% de la población. Hoy los cristianos representan el 2% de la población, unos 14 mil, incluyendo religiosos y sacerdotes extranjeros. Benedicto XVI repitió un mensaje que ya había pronunciado en el pasado: «¡En Tierra Santa hay sitio para todos!». El mensaje que dejó el Papa con su homilía, aplaudida ya en el primer instante, fue ante todo de esperanza.Descalzo en la mezquitaA lo largo de la mañana de ayer, en tres momentos significativos, casi históricos, el Papa visitó tres lugares venerados por musulmanes, judíos y cristianos: en primer lugar la mezquita del Domo de la Roca, el Muro de las Lamentaciones y por último el Cenáculo, donde Jesús celebró la Última Cena. Benedicto XVI también ha sido el primer Pontífice en la historia que pisa –descalzo, como es preceptivo en la liturgia musulmana– la mezquita del Domo o cúpula de la Roca, el tercer lugar más sagrado del islam y desde el que, según la tradición, subió al Cielo el profeta Mahoma. Ante el Gran Muftí, el Papa abogó por un «diálogo sincero para construir un mundo de justicia y paz para las generaciones venideras».Desde la Explanada de las Mezquitas, donde se erige el Domo de la Roca, el Papa se trasladó al Muro de las Lamentaciones –el lugar más sagrado para los judíos–, donde rezó durante unos minutos y reafirmó el irrevocable compromiso de reconciliación con los judíos. Luego, ante los Grandes Rabinos de Jerusalén, aseguró que la Iglesia Católica está comprometida «de forma irrevocable» en el camino marcado por el Concilio Vaticano II para una «auténtica y duradera reconciliación entre cristianos y judíos». En su segundo día de estancia en Jerusalén, el Papa visitó también el Cenáculo, el lugar de la Última Cena de Jesús, donde dijo que los cristianos de Oriente Medio están contribuyendo «de manera responsable, a pesar de las dificultades y restricciones, a la consolidación de la paz» en la región.Hoy, miércoles, el Papa dedicará la jornada de a visitar la ciudad cisjordana de Belén, donde oficiará una misa en la plaza del Pesebre y visitará la Gruta de la Natividad.
El mensaje que dejó en el muro Como acostumbran a hacer los judíos, Benedicto XVI dejó su mensaje escrito entre las ranuras de sus antiguas piedras: «Dios de todos los tiempos, en mi visita a Jerusalén, ciudad de la paz, casa espiritual de judíos, cristianos y musulmanes, pongo ante ti las alegrías, las esperanzas, los anhelos, las pruebas, los sufrimientos y las dificultades de todos los pueblos del mundo. Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, escucha los gritos de los afligidos, de los angustiados, de los desheredados. Manda la paz sobre Tierra Santa, sobre Oriente Medio y sobre toda la familia humana. Convierte los corazones de todos los que invocan tu nombre para que caminen humildemente por el sendero de la justicia y la caridad».
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