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Queremos competir
España tiene potenciales todavía por descubrir, y el mayor es su propia gente, gente que cuando quiere y puede se convierte en lo mejor
Cicerón fue sobre todo un animal político, un hombre que vivió para su comunidad, un hombre que pensaba que la «patria es más antigua que la madre», decía en su tratado «Sobre el Estado», –no hay que olvidar que las patrias se inventaron antes de nuestra guerra civil–, una persona entregada a su comunidad, que siempre actuó pensando en la colectividad y no sólo en su carrera. Fue un hombre que vivió persuadido de que a la civitas se la sirve desde el poder político, siempre que éste se ejerza pensando en la comunidad. Todos sabemos que no hay almas totalmente limpias y que nuestros más bajos instintos y pasiones marcan muchas veces nuestros deseos y aspiraciones, pero el problema radica cuando son aquellas y no éstas las que determinan el quehacer diario de un responsable público. ¿Necesitamos leer a Plutarco?España, además de otros grandes problemas, algunos históricos, tiene uno, y muy especial, su actual falta de competitividad, y no porque le falten buenos jugadores, porque como recientemente ha dicho un buen amigo, cuando nos ponemos a competir somos de los mejores. La pregunta es si nos falta competitividad porque nos faltan medios, regulación o, lo que es más importante, porque nos faltan ganas. Volviendo a Cicerón, tenía un lema en su vida, inspirado en la Ilíada: «Ser por mucho el mejor y mantenerme por encima de los demás». Para ello hacía gala de una constante exaltación de la dignidad. En nuestro país tenemos un serio problema de competitividad, que nos hace mirarnos constantemente al ombligo; hace falta crear marcos regulatorios que la generen y la mantengan y sobre todo es necesario crear en el concepto popular que competir no es malo, establecer opciones que permitan a todos luchar y aspirar a un mejor bienestar no es malo, y esto se hace desde la más tierna infancia, debe formar parte de nuestro sistema educativo y no al revés; un sistema que nos quiere hacer a todos iguales, ramplones, poco exigentes y sobre todo complacientes e indolentes, no es ni tan siquiera un sistema educativo. Por el contrario, se debe cada vez más invertir en educación y cultura, pero a la vez inspirando la filosofía del esfuerzo, de la superación. Para ello es necesario crear una coyuntura que coadyugue a lograr este fin, para que nuestra «patria» (común en indivisible, en términos constitucionales) sea mejor y más competitiva; esto hará que miremos al futuro con esperanza, porque todos tendremos un papel en la solución a los problemas. Decía también Cicerón que «somos esclavos de nuestras leyes para ser más libres, esto es aceptar y mantener las reglas de juego nos hace más libres», yo añadiría que además de libres nos deben hacer reponsables. España tiene potenciales todavía por descubrir, y el mayor es su propia gente, gente que cuando quiere y puede se convierte en lo mejor, y para ello hay que fomentar en el colectivo la idea de la competitividad y no la de que todo se consigue sin esfuerzo, y sólo, porque presuntamente se tiene derecho a ello. Tenemos derecho a la educación, a la vivienda, al trabajo, etc., pero estos derechos no sólo se basan en su ejercicio sino en su anhelo y sobre todo en un mínimo esfuerzo para alcanzarlos, por el contrario, si esto no se entiende así, estaremos firmando nuestro mayor declive y más clara decadencia.
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