Cataluña

Rubias

La Razón
La RazónLa Razón

Aprovecho estas vacaciones para ponerles al tanto de cómo se recibe la financiación autonómica aquí en mi Cataluña natal. He llegado a la conclusión de que nuestra autonomía catalana sufre un problema de comunicación similar al de Paris Hilton. Cuando ésta visitó recientemente España, dijo: «No soy una rubia tonta». Todos interpretamos que se teñía porque el resto quedaba fuera de toda duda. Quizá pretendiera convencernos de otra cosa pero las pruebas cotidianas la contradecían rotundamente. Las ricas herederas caen en creer que su posición es algo innato pero nunca se paran a pensar que su privilegio se debe, más que a los genes, al dinero. Un dinero del que ya disponían por familia cuando empezaron su carrera. Yo siempre he sido partidario de que las ricas herederas trabajen fuera de casa. A poder ser, en un trabajo real, especializado y productivo. Algo que requiera estudio y contacto con la realidad. De lo contrario, las ricas herederas se convierten en herederas tontas (sean rubias, pelirrojas o morenas); es decir, en simples autonomías floreros que tienen que financiar hasta su cuota de terrorismo minoritario con el dinero de todos. Como catalán sensato, puedo entender que el resto de autonomías se enfadaran al ver cómo una cuestión tan fundamental como el modelo de financiación de todos se negociaba tan sólo con dos presidentes de un total de diecisiete. Esperar lo contrario es, desde luego, estar falto de estudios o de contacto con la realidad. Y pretenderse princesas de cuento ignorando las evidentes pérdidas de orina.