Pacientes
Salud e Internet por Andrés Aberasturi
No falla: observas la más leve anomalía, te hacen un análisis rutinario o incluso te tomas la tensión (para qué hablar si te prescriben un medicamento que no conoces o te dicen que tienes tal o cual enfermedad) y corriendo al ordenador para abrir Google y teclear las palabras básicas. Los resultados de esta mezcla de curiosidad y morbo suelen ser en la mayoría de los casos desastrosos. El noventa por ciento de los síntomas, desde un dolor de cabeza hasta un granito en una pierna, te conducen irremediablemente a la posibilidad de un próximo y fatal desenlace porque en medicina –como en tantas otras ciencias no necesariamente exactas– casi todo puede ser casi todo y el ínfimo dolor de cabeza al que antes aludía, según vas pasando enlaces, termina siendo el preludio de un tumor cerebral. Mis médicos –que me conocen– me tienen prohibido no ya consultar en Google nada de nada respecto a mi salud sino incluso leer los prospectos que acompañan a las medicinas. Y tienen razón. Como no les obedezco, a los diez minutos de la ingesta de la pastilla más inocente tengo ya todos y cada uno de los posibles efectos secundarios, desde sequedad de boca hasta ese leve aturdimiento. Y es un disparate. Yo sólo prohibiría en internet todo tipo de explicaciones relacionadas con la salud porque sin faltar a la verdad y hasta para comprometerse con ella, las posibilidades de un dolor de cabeza son tales que o se ponen todas o no se pone ninguna y es el lector de esas informaciones el que se llena de zozobra y angustia sin motivo en la mayoría de los casos. No conviene añadir tensión a la salud y la única forma de no hacerlo es dejándose guíar por el médico, preguntándole hasta que nos eche de la consulta todas nuestras dudas pero sin meternos a investigadores de cosas que no conocemos y en páginas que ni sabemos quien maneja.
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