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Barcelona

Sólo Higuaín se libra de la torrija

Sólo Higuaín se libra de la torrija
Sólo Higuaín se libra de la torrijalarazon

La victoria del Barça en Valladolid (0-1) obligaba al Madrid a imitarle en La Rosaleda. Lo calcó. Higuaín rescató a los suyos del desastre con el único gol del encuentro. Juande se la jugó, prescindió de los renqueantes, incluso de Guti, y la suerte le sonrió. El Málaga, con una torrija similar a la del rival en el primer tiempo, peleó sin convicción ni acierto. El partido no fue para enmarcarlo; pero al Madrid le valió.Juande Ramos tiene las ideas muy claras; otra cosa es que sean las idóneas. Como Lass regresó de la turné de FIFA con alguna molestia, le envió a la grada, como a Cannavaro, quizá también con algún problema físico que pasó inadvertido en los prolegómenos. En Madrid dejó a Marcelo y a Robben, lesionados, y al extremo Faubert, contratado en el mercado invernal para suplir las lesiones del holandés, que ya suma ocho desde que dejó el Chelsea. Pero lo más sorprendente, o tal vez no, fue que Guti empezó en el banquillo. Gago llegó desde Argentina víctima del «jet lag» y fue titular; también Van der Vaart, otro que, como el madrileño, parecía proscrito. La explicación lógica, supongo, sería que Rafael es más jugador de banda que el «14». Pues no se le vio cerca de la cal.Pero Juande, insisto, actúa según las posibilidades del equipo. Es conveniente colocarse en el peor de los escenarios para recuperar posiciones, estatus y moral. Esto que podría pasar por un principio ineludible, también es aplicable a la economía: prevención, diagnóstico e intervención, sin demora, ¿les suena? No negar la realidad sino asumirla. Es lo que hizo Juande con el Madrid. Propuso la peor versión posible en su debut en el Camp Nou. Perdió 2-0; pero se apreció una cierta mejoría. Las medidas paliativas, no de cara a la galería, resultaban. La regeneración era un hecho, mejor colocación en el campo, trabajo concienzudo, jugadores solidarios, revitalización de la condición física y, de rebote, la enfermería vacia. A partir de ahí, o por eso, la caza del Barça dejó de ser utopía para convertirse en una realidad que, por otra parte, chocaba con la frescura del fútbol azulgrana, mucho más agradable a la vista, aunque igual de efectivo.En Málaga, el acecho era una obligación para mantener los seis puntos de distancia... Pero en La Rosaleda compareció un Madrid vulgar, torpón, sin orientación ni ideas. Se notaban demasiado las bajas, las de Lass, el catalizador, sobre todo; Robben, el único extremo útil, tan necesario, y Marcelo. Se notaba incluso la suplencia de Guti, porque el Madrid no ligaba, no trenzaba. Demostraba una preocupante desconexión que dejó en la primera parte a Goitia, portero malaguista, como un espectador más. Huntelaar tocó tres balones, lejos del área.Casillas tuvo que intervenir, ante Adrián, dos veces; frente a Lolo... Fueron las ocasiones más claras, hasta que el Málaga, más fresco y con ideas más ofensivas, se contagió de los defectos madridistas. Hubo muchos minutos en que parecía que los dos equipos vestían idéntica indumentaria; se pasaban los jugadores la pelota entre ellos, indiscriminadamente. Era un despropósito y Undiano, el mejor colegiado español, contribuía con su arbitraria manera de enseñar tarjetas al desbarajuste. A Sneijder le perdonó la segunda amarilla por una mano clamorosa; pero es que la primera no debió verla. Compensó.El partido salió en la segunda mitad del vestuario tan apelmazado como entró al descanso. Ni una sola idea, ni un pase de mérito. Al Málaga, camiseta albiceleste como la de Argentina, para conmemorar el 6-2 que le metió al Madrid hace 25 años, le pesaba todavía el set que le hizo el Barcelona antes del paréntesis liguero. Antonio Tapia mandó a sus jugadores al ataque, a por el partido, a vencer, y no supieron cómo alcanzar el objetivo. Luchaban por un lugar en la Copa de la UEFA y su fútbol no dio casi ni para la permanencia. El gol de Higuaín, además, les lastró.No fue para menos. El «Pipita» cogió el balón en su campo, recorrió el territorio malaguista, superó a Weligton, aturdido por su veloz incorporación, y cruzó lejos de Goitia. Él lo hizo todo, se lo guisó y se lo comió.En el banquillo del Málaga reservaba Tapia a Salva y a Luque, porque confiaba en Eliseu, inadvertido, en Adrián, voluntarioso, y en Baha, que sólo probó la calidad de Casillas, sin éxito, en el minuto 64. Fue a continuación de este ensayo cuando retiró al marroquí y metió a Salva. Juande tampoco dudó: Javi García, un centrocampista, por Huntelaar, el delantero más en punta. Sus intenciones, diáfanas: conservar el 0-1, que no pasó de ahí porque Higuaín, nadie más que él, sólo acertó una vez con la red. El Málaga, derrotado exclusivamente por «Pipita», ninguna.