Pekín
Trece millones de formas de abortar
En China se paga por incumplir la «norma del hijo único». Se paga también, poco, por cumplirla en el quirófano.
PEKÍN- En una clínica clandestina situada en un sótano en los suburbios, o en la lujosa habitación de un hospital privado. Sin el consentimiento de los padres, o acompañada por toda la familia. Para evitar las responsabilidades de la maternidad, o para no pagar las prohibitivas multas impuestas por el Gobierno a quienes incumplen la «ley del hijo único». Cada mujer que aborta tiene su propia historia en China. Entre todas, suman más de 13 millones al año. Eso sin contar con las interrupciones del embarazo que se llevan a cabo fuera de la ley y que no contabiliza ninguna estadística. Algunos expertos creen que la cifra total podría andar cerca de la del número nacimientos: 20 millones al año. Sea como fuere, China es el campeón mundial en términos absolutos y ocupa el segundo puesto en cuanto a abortos per cápita se refiere, tan sólo por detrás de Rusia.Jing dice que perdió la virginidad a los 25 años con su novio de toda la vida. «No sabíamos que me podría quedar embarazada tan pronto», explica. Sin decírselo a sus padres y tras consultar con varias amigas y un médico, abortó cuando estaba a punto de alcanzar el tercer mes. «Yo estaba todavía estudiando y no estaba bien de salud. Simplemente no me había llegado el momento de ser madre», asegura. Su historia es el retrato robot del aborto en la nueva China. Hasta hace un par de décadas, la mayoría eran mujeres casadas, obligadas a perder su segundo hijo para evitar las magras multas que impone la «ley del hijo único». Hoy las cosas han cambiado y cobran protagonismo chicas jóvenes y solteras, muchas menores de edad, especialmente en las grandes ciudades, donde se está produciendo una apresurada revolución sexual.El 84 por ciento de las chinas que se casaron en 1980 llegaron vírgenes al matrimonio, una cifra que en 2006 ya estaba por debajo del 25 por ciento. No hace falta fijarse en los números: un vistazo a las discotecas de las grandes ciudades, como Pekín, Shanghái o Cantón, es suficiente para entender el profundo cambio que ha experimentado la sociedad china. «Con todo, salir a bailar y beber los fines de semana sigue siendo cosa de una minoría. La verdadera revolución sexual china es que los novios no esperan a casarse para tener relaciones», explica la doctora Li al otro lado de la línea habilitada por las autoridades de Shanghái para aconsejar a las chicas con problemas relacionados con el sexo. «Llaman niñas de 12 o 13 años que no tenían ninguna información sexual y que ahora no saben qué hacer. Muchas tienen pánico a decírselo a sus padres. Creo que los embarazos indeseados son cada vez más comunes entre las adolescentes. Nadie habla de sexo con los jóvenes en casa y en el colegio tampoco se les enseñan nada al respecto».«Sin dolor»Las oportunidades para abortar en China son infinitas. Aunque teóricamente está prohibido anunciarse, muchas clínicas se publicitan en los periódicos o reparten folletos en las universidades («Aborto sin dolor», se lee en uno; «El aborto moderno de las nuevas generaciones», reza otro). Clínicas y hospitales, públicos y privados, ofrecen el servicio legalmente por precios que oscilan los 300 yuanes (32 euros). «Sólo hay dos requisitos: que la mujer venga acompañada de su marido o de un familiar y que el embarazo no tenga más de 70 días», explica la doctora Zhang en el hospital Tian Qiao de Pekín, una pequeña clínica especializada en planificación familiar. «Las mujeres suelen estar preocupadas por su propia salud. Esa es también mi principal responsabilidad, que todo salga bien», añade Zhang.Fuera de la ley, las opciones se multiplican. «Algunas clínicas clandestinas ofrecen abortos por 100 yuanes (11 euros) y no ponen problemas. Las adolescentes que no quieren que sus padres se enteren, o las mujeres sin recursos, acuden allí, donde es más barato y no hay control, ni límites», agrega el manager del hospital Tian Qiao, el doctor Lin.
Preocupación del gobierno chinoLas autoridades chinas han comenzado a preocuparse por el aumento del número de abortos. Incluso algunas voces oficiales denuncian que las nuevas generaciones lo utilizan como método anticonceptivo y que es necesaria una mayor educación sexual. La actitud supone un importante cambio de registro en un país que durante décadas ha utilizado la interrupción del embarazo para implementar sus políticas de natalidad y reforzar la famosa «ley del hijo único», con la que China ha contenido la explosión demográfica del país más poblado del mundo. Aunque cada vez es menos frecuente, en muchas zonas rurales se denuncian periódicamente «abortos forzados» por las autoridades locales. La toma de conciencia es lenta y China mantiene una de las leyes más permisivas del mundo. Las «píldoras del día después» se venden sin ninguna restricción en las farmacias y muchas adolescentes las toman rutinariamente después de tener sexo sin protección. Una de las últimas leyes al respecto, de 2006, prohíbe abortar por causas relacionadas con el sexo del feto, una práctica muy común en las culturas asiáticas, especialmente en zonas rurales donde tener una niña se considera un problema para la economía familiar. Algunas regiones del país han prohibido incluso las ecografías. En otras regiones se imponen duras multas a las mujeres que interrumpen embarazos de más de 14 semanas.
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