Estreno

«UP» sube al cielo animado de Cannes

«UP» sube al cielo animado de Cannes
«UP» sube al cielo animado de Canneslarazon

¿Otra vez nos dejan sin palabras? ¿Quietos, mudos, con los ojos abiertos como túneles de luz y color? ¿Después de «Wall-E», otra obra maestra de la Pixar? «Up» tuvo ayer el honor de ser el primer filme de animación que inaugura el Festival de Cannes, aunque este cronista se atrevería a darle la vuelta a la frase: la Disney le ha hecho el favor del siglo al director artístico del certamen, Thierry Frémaux, al darle la oportunidad de apoyar las nuevas tecnologías (se proyectó en 3-D, con las gafas de rigor) con un peliculón que las trata, no como un efecto especial, sino como un recurso de puesta en escena. Es la primera apuesta de futuro de un festival que ha decidido plantar cara a los rumores de crisis –ya se han visto menos yates anclados en el puerto de la Croisette, menos tratos entre productores y distribuidores en el horizonte– con una selección oficial repleta de nombres consagrados (Almodóvar, Resnais, Loach, Von Trier, Haneke, Tarantino, Ang Lee), con fuerte presencia española y con un jurado presidido por la insigne y hermética Isabelle Huppert.

Lejos, pues, de ese cine de atracciones que el historiador Tom Gunning asoció con el cine primitivo y que ha vuelto a imponerse con fuerza gracias al desarrollo de la tecnología digital –lejos, pues, de su competidora más inmediata, «Monstruos vs. Alienígenas», que usaba las tres dimensiones como lo hacía el cine de género de los cincuenta, buscando desesperadamente el sentido del espectáculo necesario para atraer al público en la era dorada de la televisión–, «Up» lo utiliza para potenciar la profundidad de campo, en un intento, de inspiración casi baziniana, de demostrar que la nítida división en capas de la imagen digital ofrece nuevas posibilidades para la puesta en escena del cine de animación.

Investigar el color

«No queríamos explotar el efecto del 3-D, sino utilizarlo como un recurso expresivo», explicó en rueda de Prensa el director Pete Docter. «Queríamos trabajar la profundidad donde antes habíamos investigado el color». Y añadió John Lasseter, productor ejecutivo y gurú de la Pixar: «Seguimos con la máxima de Walt Disney: "Cada sonrisa, una lágrima". La historia, y no los efectos, es lo más importante para nosotros. Invertimos nada menos que cuatro años en el diseño de los personajes. En Pixar nos hemos inventado una palabra, "simplexity", que vendría a ser una combinación de simplicidad y complejidad, y que es la que guía todos nuestros proyectos».

Como «Wall-E», «Up» no pierde la ocasión de hacer un hermoso homenaje al cine mudo, no sólo porque arranca con un divertido noticiario de los años treinta, sino porque, en apenas cinco minutos, resume la historia de amor entre el protagonista, Carl Fredericksen, y su mujer Ellie, toda una vida concentrada en un momento de cine puro que, desde ahora, será uno de los momentos cumbre del festival. «Up» encuentra el camino más corto para llegar desde la poética de Julio Verne hasta el lirismo surrealista de la pintura de René Magritte. Pasa, por supuesto, por el cine de Hayao Miyazaki (Lasseter: «Me encantan los momentos de quietud de sus películas») y Charles Chaplin: la relación de un anciano y un niño con dos sueños por cumplir puede recordarnos la que mantenía el propio Charlot con Jackie Coogan en «El chico».

El ave del paraíso

«Las formas de ambos personajes traducen su personalidad», afirma Docter. «Carl, para el que nos inspiramos en Spencer Tracy y Walter Matthau, es cuadrado, y Russell es redondo». El viaje que emprenden a bordo de una casa suspendida por centenares de globos tiene algo de regreso a los orígenes del universo –las cataratas de Suramérica a las que se dirigen son propias de «El mundo perdido» de Conan Doyle– y también a la esencia de la aventura, con un villano que se parece al capitán Nemo, unos perros que hablan como ventrílocuos y un ave del paraíso que es una explosión de color y felicidad.

Naomi Kawase, carroza de oro

Quizá la presencia de Francis Ford Coppola en la Quincena de Realizadores empañe la presencia de Naomi Kawase, cineasta japonesa que ha tenido buena fortuna en Cannes (Cámara de Oro por «Suzaku» en 1997, Premio Especial del Jurado por «El bosque del luto» en 2007) y que hoy recibe el premio Carroza de Oro, concedido por la Sociedad de Realizadores Franceses, ganado, en anteriores ediciones, por directores tan dispares como Clint Eastwood, David Cronenberg, Ousmane Sembene, Jim Jarmusch o Alain Cavalier. Kawase aprovechará para presentar un nuevo montaje de «Hotaru», sensible a la par que tensa muestra de su cine a medio camino entre lo lírico y lo implacable, entre la ficción y la autobiografía.