Ursistán

En mis tiempos de infancia, una de las cosas que más nos llamaba la atención de la historia de España era aquella de que «A Favila (rey de Asturias) se lo comió un oso». Y después, ya más en plan coloquial, esa tradición siguió en frase de apremio de trabajos, o despertar precautoriamente: «¡Espabila, Favila, que viene el oso!».Lo anterior viene a colación por la buena nueva de que la «Fundación Oso de Asturias», que dirige Carlos Zapico, ha conseguido, dentro de su programa de defensa de estos maravillosos plantígrados, que una de las dos hembras que cuida el Principado de Asturias haya copulado con un macho proveniente de Cabárceno, una de las bellezas de la contigua Cantabria. Una noticia que se ha dado casi como si fuera de ecos de sociedad: «El oso Furaco ha culminado hoy la segunda monta de Tola», y es posible que pronto haya descendencia. Ojalá sea así, y dentro de unos meses podamos descorchar una de sidra y decir: «¡Asturies, qué guapina yes!» (personal homenaje a David Rivas).Por lo demás, mejor sería que en vez de algo más de una cincuentena de osos pardos que perviven en Asturias, Cantabria y Palencia, tuviéramos centenares, como antes. Cuando en una sola cacería se cobraban 25 o 30 osos de una sola vez. Pero los cada vez más numerosos escopeteros y furtivos, en el ansia del coleccionismo de trofeos y pieles, causaron una caída en picado de tan admirable raza de nuestra Cordillera Cantábrica.El Seprona tiene mucho que hacer para asegurar una presencia indefinida de tan tranquilo casi siempre, goloso, y juguetón espécimen. Que precisamente es la enseña de Madrid, la «Villa del Oso y el Madroño», aunque por estos pagos capitalinos ya no quede más que como recuerdo heráldico. Por tanto, entre todos, protejamos nuestro particular «Ursistán» de las tres provincias norteñas; sin olvidarnos de los Pirineos.

*Catedrático de Estructura Económica / Miembro del Club de Roma