Hamás
Vivir bajo el terror de los Qasam
Medio minuto. Es el tiempo que tienen los israelíes de Sderot para ponerse a salvo antes del impacto de los cohetes.
MADRID- Los israelíes que viven cerca de la frontera con la franja de Gaza viven pendientes de las sirenas. Desde que comienza la señal de alarma hasta que impacta el cohete Qasam tienen 30 segundos para ponerse a salvo. A veces se trata de una falsa alarma, a veces no, pero el terror es el mismo y ya hace ocho años que empezó esta lluvia de misiles que les impide vivir tranquilos.
Sderot, Ashkelon y Ashdod son, por este orden, las localidades más castigadas por los terroristas de Hamas. Un simple paseo por las calles de Sderot, a menos de un kilómetro de Gaza, da una idea de lo que debe ser vivir con el oído puesto en la señal de peligro. Los refugios de hormigón están por todas partes; en las paradas de autobuses, los colegios, los parques infantiles, las viviendas.
El 70% de los niños de esta ciudad de 20.000 habitantes tiene algún síntoma relacionado con el miedo. Zohar Abitan, concejal de Sderot durante doce años, explica que «las madres que tienen varios hijos no saben a cuál coger cuando suena la sirena y deben ponerse a cubierto». Desde el 16 de abril de 2001 han caído sobre estas calles unos 10.000 proyectiles que han acabado con la vida de doce personas. A pesar de esta cifra, Abitan reconoce que hasta el comienzo de la operación militar «estábamos en contacto con gente de Gaza que sufre esta situación igual que nosotros, pero a veces no querían darnos sus nombres por miedo a Hamas. Lo único que queremos es vivir en paz, igual que todo el mundo».
Ayer le tocó el turno a Ashkelon. Situada a unos 20 kilómetros de la franja, esta localidad recibió en las últimas 24 horas el impacto de 70 Qasam que mataron a un obrero árabe. Poco después, una mujer moría en Ashdod por el impacto de otro proyectil, la cuarta víctima hebrea desde el sábado.
Marcelo Burdman lleva años viviendo en la costera Ashkelon, donde enseña educación física en un colegio de secundaria. En conversación telefónica con LA RAZÓN, Burdman explica que «llevamos mucho tiempo sufriendo esta situación, viviendo bajo la amenaza. Aquí nunca sabes cuándo sonará la alarma y tendrás que correr. Sólo hoy ha sonado siete veces». Normalmente, este educador se pone a salvo en el pasillo de su vivienda «porque es la parte más interna de la casa y no tiene ventanas». Eso cuando no está atendiendo el teléfono del Centro de Información de Emergencia, un servicio que funciona 24 horas para atender a los ciudadanos atemorizados.
Aunque la tensión no cesa, Marcelo Burdman asegura que «jugamos a hacer una vida normal y cuando suena la sirena bajamos a los niños al refugio y volvemos a subir, así hasta tres veces en un día». Dice que, aunque lamenta «muchísimo» los centenares de muertos, la operación israelí no le parece desproporcionada.
«No había otra salida. Aquí llevan cayendo misiles casi ocho años, ocho años de miedo y de alarmas, y lo que estamos haciendo es actuar contra el terrorismo. La única forma de que todo esto termine es que a Hamas comience a preocuparle más el pueblo palestino que el odio que siente por Israel», concluye.
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