Badajoz
ZP y Bill Gates
El cambalache ideológico que sostiene el pensamiento esquemático de ZP le posibilita incorporar al ajuar del marketing electoral la gorra del Che, la lengua de los Rolling Stones, una imagen postrera de Ravi Shankar y las últimas enseñanzas de Bill Gates. Por eso, era indudable que de su encuentro con el magnate de los cordones sueltos y la filantropía virtual, el presidente rebañaría algo con que llenar su canana electorera. «Bill Gates me comentó que estaba muy contento porque Extremadura estaba a la cabeza en la utilización de programas de software libre», dijo hacia la mitad de un mitin en Badajoz.
El paladín del gasto social y los derechos de ciudadanía no se ruboriza si su pareja de baile en la fiesta de graduación es Bill Gates, porque, incluso reconociendo en él la perversa encarnación del capitalismo, lo considera útil para apuntalar su imagen de presidente comprometido con el crecimiento económico. Pelada la piel de serpiente de uno y otro, en el esqueleto de Gates hallamos a un genio silenciosamente feroz que, como decíamos aquí el otro día, llama «red de oportunidades» al vía crucis laboral en el que el americano tipo cambia once veces de trabajo a lo largo de su vida. En el catecismo de Bill está perseguido el «protector social» que ZP cacarea con la pose de un vendedor de crecepelo. Por su parte, el presidente, despojado de su retórica emotiva, se demuestra capaz de besar en la boca a la fiera del capital, a la que está subida, igual que la mitad del planeta, como un vaquero en un toro mecánico.
Tal es nuestro presidente: se encomienda a creencias diversas y opuestas, acumula amuletos y sortilegios de brujos distintos, acude a renovar sus principios en un chamarilero y, si todo falla, busca un cristal de emergencia rotulado con el nombre Aznar.
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