Coronavirus
Amor bajo confinamiento en Líbano
El Coronavirus no ha sido especialmente virulento en el país del Cedro, donde los contagiados no suman más de un millar y se han registrado 26 muertes. pero los tres meses de aislamiento han hecho estragos en la ya hundida economía libanesa.
Casarse en tiempos de coronavirus es un desafío. Pero, hacerlo, un domingo bajo confinamiento total, y celebrar la ceremonia religiosa a 100 kilómetros de Beirut en un monasterio ortodoxo del siglo IV, trayendo a una comitiva de nueve turismos de alta gama, y una camioneta con las flores, saltándose cinco puestos de control del Ejército, cuando está prohibido circular ese día, es toda una hazaña que sólo puede pasar en el Líbano; el país donde todo es posible con la “wasta” (contactos de influencia) adecuada.
Rody Maalouf y Mira Khory decidieron hace dos meses casarse en la fecha que tenían prevista, a pesar de las actuales circunstancias por el COVID-19. “No queríamos retrasar la boda, porque tampoco había garantías de que en las próximas semanas, el gobierno fuera a levantar la cuarentena”, asegura Rody a LA RAZÓN. De hecho, la semana antes de casarse, el Líbano había pasado a la fase 1, pero con el repunte de más de 40 contagios en un solo día, el mayor pico en el último mes, hizo que el gobierno se retractara de la apertura y volvió a imponer la cuarentena obligatoria hasta el 07 de junio. El Coronavirus no ha sido especialmente virulento en el país del Cedro, donde los contagiados no suman más de un millar y se han registrado 26 muertes. Sin embargos, los tres meses de aislamiento han hecho estragos en la ya hundida economía libanesa.
Ante estas circunstancias, Michel Abu Saleh, el organizador de banquetes y bodas tuvo que adaptarse con un presupuesto ajustado, y montar toda la decoración de la boda y el banquete para la familia más cercana, unos 20 invitados, en el salón de la casa de los padres del novio, reconvertido en salón de bodas.
Según Abu Saleh esta ha sido la boda menos despilfarradora y despampanante que ha organizado para los estándares de la clase acomodada libanesa, pero la crisis económica está estrangulándoles los bolsillos a todos los estratos sociales.
Los estucos dorados en la cornisa del techo, los apliques de hierro con forma de volutas en las escaleras de mármol del dúplex, la impresionante lámpara de araña colgada a la altura de dos pisos y las esculturas neoclásicas representando a las “Cuatro Estaciones” en la terraza son el reflejo de lo que fueron antes de la crisis.
Aunque Mira es la primera de las hijas que se casa, se conforma con exhibir su traje blanco con bordados y transparencias a sus padres, tíos, cuñados y suegros. Sus amigas ya verán el “book” que ha preparado un equipo de fotógrafos profesionales con fotografías hechas en el salón de casa con mascarilla puesta, en lugar de la típica postal de los novios posando frente a las “rocas” de Rauche, en la costa mediterránea de Beirut, al atardecer.
“Pensé que íbamos a llamar demasiado la atención si llevábamos a los novios a la Corniche (paseo marítimo) y nos tocaría discutir con la Policía”, indica Abu Saleh, mientras acababa de ordenar el centro floral donde posaron los novios.
“Siempre soñé en un viaje de novios a París, pero nos tendremos que conformar con un fin de semana romántico en el hotel Rotana (en la Corniche en Rauche)”, manifiesta resignada la novia.
La pareja pertenece a esa clase media libanesa a punto de desaparecer, que no puede permitirse el lujo de tener su propio hogar, así que a Mira le tocará, por el momento, compartir piso con los padres de Rody y su perro Boika (un pastor alemán), por el legendario luchador cinematográfico Yuri Boika.
El edificio entero pertenece a la familia Maalouf, saga de abogados por tres generaciones. El mayor de los hermanos es el que ha seguido con la profesión familiar, y es abogado jurídico, mientras que Rody se dedica a la decoración de interiores.
Como la mayoría de los profesionales independientes, Rody está en paro, porque como lamenta: “Con las grúas paradas desde hace tres meses quién va a necesitar a un interiorista si no se construyen casas”. Mira, tampoco está en una situación mejor. Ella es profesora de instituto y lleva meses sin cobrar. Pero la vida sigue y el amor también, y la pareja de novios decidió oficializar su amor por la iglesia. En el Líbano, país donde cohabitan 18 confesiones religiosas, el matrimonio civil no es valido como tal y cada comunidad ha de casarse según su rito.
Rody y Mira no escogieron porque sí casarse en el lugar más remoto del Líbano, en el monasterio ortodoxo de Saida Bkeftine, sino porque allí está su “padre espiritual” y tenía que ser el padre Gregorius quien oficiara el enlace. Así que desafiando el confinamiento, los novios e invitados se subieron a los coches y en caravana recorrieron los más de 90 kilómetros entre la vivienda, en el barrio beirutí de Ashrafiyeh, y la antiquísima capilla del monasterio, que abrieron exclusivamente para el evento.
Tras recibir los votos matrimoniales en una ceremonia íntima con una veintena de invitados, y cinco monjes, Rodi y Mira expresaron su felicidad con besos y abrazos a toda la familia, olvidándose del distanciamiento social y de las mascarillas que se dejaron los invitados en el coche, antes de entrar al monasterio.
A la vuelta, una exuberante recién casada, meneó sus voluptuosas caderas a ritmo de música árabe, ante un público ya en zapatillas de estar por casa en el salón de los padres de Rody.
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