Política

Catástrofe en Asia

Inocencia sepultada por «Yolanda»

Supervivientes se agolpan en el aeropuerto de Taclobán
Supervivientes se agolpan en el aeropuerto de Taclobánlarazon

Hoy se cumplen 14 días de aquel fatídico amanecer en el que con una gran violencia el tifón «Yolanda» azotó a gran parte de las más de 7.000 islas que componen el archipiélago filipino, especialmente las situadas en la parte central, conocidas como las Bisayas. Muchas de ellas apenas se habían recuperado del terremoto ocurrido hace un mes, que tuvo su epicentro en esta misma zona y que asoló muchas de estas islas causando numerosos muertos, un gran destrozo de casas y poblados, e incluso la ruina de varias iglesias de la época colonial.

En estos días, topónimos como Tacloban han pasado de apenas figurar en los mapas, a ser mundialmente conocidos. Allí llegaron las cámaras de la CNN y tras ellas muchos medios y agencias de todos los países del mundo. Pero se siguen sin saber los nombres de más de una veintena de las otras islas por las que los vientos de «Yolanda» dejaron un terrible rastro de destrucción, dolor y muerte. Lo que les ha sucedido no es más que miseria que se suma a la miseria; una nueva capa de pobreza que se acumula a la provocada recientemente por el terremoto y a las muchas otras capas que durante siglos ha ido dejando la injusticia y la falta de oportunidades sobre esta gente. Dicen que lo que no sale en la tele no existe. Aquí, donde está Mensajeros de la Paz llevando la ayuda de España, y sobre todo de los españoles, no hay cámaras, pero podemos asegurar que el sufrimiento de esta gente que lo ha perdido todo y a muchos de los suyos es tan real como trágico. Si les vale, les puedo dar los nombres de sus ciudades e islas, como Daan Bantayan o Bongo City, pero qué más da. Me preocupa, me duele, me angustia, que la situación económica global, provocada por unos financieros avariciosos y estúpidos, esté prolongando el dolor de esta gente; que la ayuda no sea suficiente; que más de dos semanas después se esté socorriendo de urgencia como si fuera el primero y que nadie, en ningún lugar, se atreva a hablar de la necesaria reconstrucción de buena parte del país. Se me viene a la cabeza la letra de una hermosa canción: «Yolanda, Yolanda, eternamente Yolanda...». Ojalá que ese estribillo no se convierta en una funesta profecía para Filipinas, para esta gente inocente, que sonríe dulcemente y baja la cabeza en señal de gracias cuando le ofreces un simple botellín de agua. Ojalá que las consecuencias de «Yolanda» no se eternicen sobre la población filipina afectada, y que la tragedia que ahora viven la puedan superar pronto con la ayuda de todos; con la ayuda de los que más tenemos. No puedo olvidar a todos los cooperantes que ahora están en Filpinas y que han dejado a sus familias, el confort de sus casas, a sus maridos, hijos o novias por estar allí. Los cooperantes son los verdaderos apóstoles del siglo XXI, los misioneros laicos de la solidaridad, esos jóvenes generosos y valientes que cada día afianzan mi certeza de que un mundo mejor es posible. Dios les bendiga.

*Presidente de Mensajeros de la paz