Represión en Venezuela
La escasez de comida se agudiza en Venezuela
Maduro sube el salario un 40% y el país acaba el año con una inflación superior al 2.000%
En Venezuela la gente muere por un trozo de jamón. El hambre se ha convertido en una plaga que azota al país caribeño. El presidente Nicolás Maduro, demasiado ocupado en contentar a los militares y reprimir a la oposición, ha olvidado que una población con el estómago vacío es un enemigo aun más temible. Ayer un agente de la Guardia Nacional Bolivariana que mató el domingo a una mujer de 18 años embarazada de 25 meses al abrir fuego durante un reparto de perniles (el tradicional jamón que el Gobierno entrega en Navidad) fue detenido y será acusado de homicidio, según anunció el fiscal general, Tarek William Saab. La joven formaba parte de un grupo de personas que, según la Policía, «se tornaron violentas», una situación que habría tratado de calmar la Guardia Nacional que hasta allí se había desplazado.
Venezuela ha vivido estas Navidades numerosas protestas espontáneas ante el incumplimiento de ofrecer pernil por el régimen chavista a un precio subsidiado a más de seis millones de familias.
El consultor político Aníbal Sánchez afirma desde Caracas a LA RAZÓN que «en Venezuela se ha venido instaurando sistemáticamente un proceso de coerción y coacción del electorado amparado en el estado de necesidad de la población». En el año que ahora comienza las protestas por comida y medicinas «seguirán en el primer lugar» de las causas de movilizaciones. A juicio del especialista, no se puede seguir jugando al «tráfico de necesidades», instrumento que, según él, ha permitido perpetuar un modelo de Gobierno que no garantiza el desarrollo para el país, «pero en la acera opositora no se puede apostar solo al desgaste y la evaluación negativa de la gestión del presidente».
Siete aumentos en un año
El país petrolero atraviesa la peor crisis económica y social de su historia, y millones de venezolanos dependen del esquema de alimentos subsidiados que ha puesto en marcha el Gobierno para poder comer. En mitad de este «huracán», el presidente Maduro subió el salario mínimo un 40%, pasando de 177.507 bolívares a 248.510 bolívares, siete dólares al cambio paralelo. Es el séptimo aumento en los últimos doce meses. El mandatario venezolano también decretó una subida de casi el doble del bono de alimentación conocido como «cestatícket» «para la protección del derecho a la alimentación» del pueblo, explicó. La medida ha sido recibida con críticas por varios economistas. «Es llover sobre mojado, pero igual hay que decirlo siempre: una política de incremento de salario mínimo unilateral desde el Ejecutivo y en ausencia de una política para reducir la inflación, lo que hace es agravar el problema», asegura Asdrúbal Oliveros, director de la consultora venezolana Ecoanalítica.
Y es que Venezuela sigue rompiendo récords negativos y cerrará 2017 con una inflación acumulada superior al 2.735%, según cálculos publicados este fin de semana por la misma firma. Según algunos analistas económicos, las causas de la hiperinflación son la inyección descontrolada de dinero base en el sistema y la caída de la producción de bienes, que llevan a un desequilibrio entre la abundancia de dinero y la escasez de oferta de productos.
Desde su llegada al poder en 1999, el chavismo ha subido el salario mínimo más de 40 veces, mientras miles de empresas venezolanas eran nacionalizadas o cerraban sus puertas debido a las políticas económicas. El régimen chavista habla de una «inflación inducida» por Estados Unidos, el sistema financiero internacional y la oposición.
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