Accidente de Germanwings
Lubitz comunicó a la escuela de Lufthansa su episodio depresivo
La patología fue diagnosticada durante su formación, pero después ningún examen detectó riesgos en su conducta. El fiscal desmiente que sufriera problemas físicos
Lufthansa ha reconocido hoy que el copiloto del vuelo de Germanwings que se estrelló contra los Alpes informó a la empresa en 2009 de que padecía un episodio de depresión grave. ►Consulte todas las noticias de la tragedia de los Alpes
Uno de los mayores interrogantes que se pregunta la opinión pública internacional es cómo alguien con un perfil mental como el de Andreas Lubitz, el copiloto de 27 años que el martes 24 supuestamente estrelló el Airbus 320 contra los Alpes franceses, era apto para volar. Fuera un suicidio o no, sorprende que alguien con numerosas visitas al neuropsicólogo pueda estar al frente de una aeronave, más si cabe en una prestigiosa aerolínea germana.
Ayer se confirmó una de las peores sospechas. Lufthansa, la matriz de Germanwings, supo en 2009, hace seis años, que el copiloto Andreas Lubitz había sufrido un «grave episodio depresivo». La compañía aérea alemana ya había indicado que el copiloto del vuelo 4U9525 interrumpió su entrenamiento en la Escuela de Entrenamiento de Vuelos de Lufthansa, localizada en Bremen, durante varios meses, aunque no dio los motivos exactos. Después volvió al entrenamiento y Lubitz fue capaz de recibir un certificado médico que confirmaba su idoneidad para volar en la casa alemana. Lubitz consiguió su licencia en 2013 y en septiembre fue contrado como copiloto en Germanwings. El lunes, la Fiscalía de Düsseldorf informó a los medios de comunicación de que Lubitz había tenido «tendencias suicidas antes de conseguir su licencia de copiloto», pero no después de ese momento. «Ninguno de sus doctores tenían informes de que fuera suicida o agresivo», declaró el fiscal Christoph Kumpa. Este descubrimiento volvió a poner en duda la profesionalidad de los psicólogos de la compañía, así como del personal de recursos humanos de Germanwings. Ayer la compañía alemana clarificó que, después de diversas investigaciones internas, ha entregado documentos adicionales a la Fiscalía de Düsseldorf, en «particular de su entrenamiento y su historial médico». La aerolínea también dio a los investigadores al frente del caso «correspondencia por e-mail entre el copiloto y la Escuela de Entrenamiento de Vuelos de Lufthansa». Es en esos correos electrónicos donde Lubitz deja de manifiesto a la compañía que había dejado su entrenamiento de vuelo por un «episodio de severa depresión».
Su entorno ha sido preguntado no sólo por este momento en 2009, sino por cómo se encontraba los días y meses previos al accidente. Según una fuente del Gobierno europeo informó a la CNN, la novia de Lubitz indicó a los investigadores que ella sabía que su novio tenía «problemas psicológicos, pero no cuán graves eran». La misma fuente señaló que la novia había contado que la pareja estaba trabajando en esos problemas juntos y «eran optimistas» de poder solucionarlos. Ella se ha sorprendido tanto como el resto por lo que hizo Lubitz. Su pareja, que según la Prensa alemana estaría embarazada de él, aseguró que sabía que el copiloto, de 27 años y natural de Montabaur, había visto a dos médicos: uno de la vista y otro de neuropsicología. Esos doctores serían los que le habrían dado la baja para trabajar recientemente. Ambos coincidieron en que tenía
problemas psicólogicos.
La existencia de un vídeo, grabado con un teléfono móvil desde la parte de atrás del avión por parte de uno de los pasajeros, ha vuelto a incidir en la pesadilla vivida minutos antes de estrellarse. Tanto «Paris Match» como «Bild» han visto las imágenes que, «aunque caóticas, y en las que apenas se puede indentificar a los pasajeros, por los sonidos y los gritos queda constancia de que sabían perfectamente lo que les iba a ocurrir». «Paris Match» informa de que se puede escuchar exclamaciones como «Dios mío», en diversos idiomas así como tres golpes metálicos, posiblemente del piloto golpeando la cabina con un objeto pesado (el hacha). Tras una turbulencia, los gritos se intensifican. Después, nada.
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